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THE PARTY IS OVER (2)

30 enero, 2011 Deja un comentario

La reforma de las Cajas de Ahorro a la que ayer me referí constituye realmente una “segunda reforma”, porque la primera supuso un “coitus interruptus”, permanentemente obstaculizado por los personajillos políticos locales que no querían ni perder su asiento ni abrir puertas o ventanas que permitieran ver las porquerías que habían hecho o permitido hacer. Esta parálisis venía a añadirse a la de las demás reformas anunciadas y no ejecutadas, como la laboral y la de las pensiones y otras de menor calado, lo que ha terminado exasperando a la UE y, en particular a Angela Merkel.

Esta es la razón por la que la (2ª) reforma fue anunciada de manera intempestiva, y ya bastante cocinada, a principios de la semana pasada, sin negociación previa con el PP ni CiU, con la CECA o con los bancos. Ordenes de Merkel.

Lo mismo que sucedió con la reforma de las pensiones hace unas cuantas semanas. La idea original del gobierno (una vez que retorcieron el brazo a ZP en el FMI y en la UE, ya que en principio se negaba radicalmente a tocar las pensiones) era plantear la reforma en primavera, y así lo anunció Gómez –el sustituto de Corbacho– nada más prometer el cargo. La última crisis de la deuda, sin embargo, obliga a ZP a anticiparla; “haya o no haya acuerdo con los sindicatos, la reforma se aprobará el 28 de enero”.

Así pues, las dos medidas de esta tercera inmolación han sido, como lo fueron las anteriores, forzadas; en contenido y en tiempo. Toca hoy hablar de,

LAS PENSIONES.

Faltaría más que me pusiera a criticar la reforma del sistema de pensiones, después de haber hablado a favor de ella en varias entradas de este blog.  Al contrario; aunque es algo que no va a contribuir de manera directa a solucionar esta crisis, sino en todo caso a evitar una futura, la considero absolutamente necesaria y, además, razonable. Ojalá no hubiera sido necesario adoptarla, pero no hay otra alternativa.

Las razones ya quedaron expuestas en “Las edades del Hombre” (9 y 10 de octubre). La evolución de la pirámide demográfica especialmente distorsionada (respecto al modelo “tradicional”) por el incremento muy notable en la esperanza de vida y el decremento, más notable aun, en el índice de natalidad, uno de los más bajos del mundo y que, según hemos leído hace pocos días, continúa descendiendo. De no hacer nada, el sostenimiento del estado del bienestar, al menos en lo que se refiere al sistema de jubilación, llegaría a ser inviable a partir del año 2025-2030.

Establecido lo importante -para mí-, es decir, mi acuerdo con la medida, lo que más ha sorprendido (o no, como diría Rajoy) es la capacidad –más que habilidad- negociadora del gobierno. Recordemos algunas declaraciones de meses pasados (extraídas de la prensa de ayer).

13 de febrero de 2010. La vicepresidenta Salgado aclara a la opinión pública que «ampliar el periodo de cotización para el cálculo de la pensión no es ni va a ser una propuesta del Gobierno«. Salía así al paso de las críticas vertidas sobre la «ambiciosa» reforma que el Ejecutivo prometió a Bruselas en las que se hablaba, y después se dijo que era tan sólo un ejemplo, de pasar de 15 a 25 años como periodo de cálculo.

18 de diciembre . Los secretarios generales de CCOO y UGT, Fernández Toxo y Cándido Méndez, alertan de que el conflicto social se «recrudecerá» si el Gobierno sigue adelante con la intención de elevar la edad de jubilación a los 67 años, tal y como había señalado Zapatero un día antes.

18 de enero de 2011. Los sindicatos insisten en que la ampliación de la edad de retiro es una «línea roja» en las negociaciones. Toxo señala que Zapatero «tiene en sus manos evitar una nueva huelga general». «Es una medida injusta e innecesaria», apunta. Y acto seguido añade que la jubilación a los 67 es «una ofrenda a los mercados«.

Pues todas estas declaraciones han quedado en “agua de cerrajas”.

BORRAJA

(“Agua de borrajas”, diréis. Pues no, amigos, después de haber comido hace unos meses la crema de unas borrajas recolectadas con mis propias manos pocos días antes de una huerta de Peralta, me quedé pensando, un poco sorprendido, en el refrán; porque la crema era buenísima, a más de abundante. Por eso, indagué sobre el refrán y llegué a la tranquilizadora conclusión de que el dicho original era “agua de cerrajas”. En efecto, Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o española, dice que cerrajas es una hierba, y luego apunta una impresión sobre el dicho que aquí refiero: «… y no embargante que sea de mucho provecho en la medicina para diversas enfermedades, comúnmente solemos decir a propósito del que trae muchas razones que no son concluyentes para probar su intención, que todo es agua de cerrajas».)

CERRAJAS

Por las imágenes observaréis, siendo la borraja toda una señora planta y la cerraja una simple hierba, que tiene sentido que el menosprecio que destila este refrán se refiera al subproducto de esta última y no de la orgullosa y suculenta borraja.

Bueno pues, como decía, todo ha quedado en agua de cerrajas. En nada. Lo que la ministra Salgado decía que “era tan solo un ejemplo” era, ni más ni menos, que su real intención. Y el retraso a los 67 años, que consideraban Mendez y Toxo como una “línea roja” imposible de sobrepasar sin que mediara sangre y conflicto, no ha sido más inamovible que una de aquellas rayas que, cuando de chavales jugábamos al juego del “clavo”, borrábamos y grabábamos de nuevo sobre la misma tierra, desplazándola tanto cuanto nuevo territorio habíamos ganado con nuestro clavo.

El retraso de la edad de jubilación, que para estos torpes sindicalistas suponía una afrenta, una “medida injusta e innecesaria”, a la vez que una “ofrenda a los mercados”, tan sólo ha supuesto un elemento de negociación lo suficientemente flexible como para estirarlo o encogerlo en lo que sea necesario para obtener algún millón más de subvención o alguna otra prebenda. Y es que los sindicatos, gracias a su servil trayectoria hacia este gobierno en teoría de izquierdas (mientras al mismo tiempo incendian regiones gobernadas por partidos en teoría de derechas) y a su descrédito ante la pública opinión, se han quedado sin armas de combate. Hace tiempo ya que se vendieron y la calle lo sabe y ya no les sigue; como no les siguió ni el 1º de mayo ni el 28 de septiembre. Aunque es posible que cuando conozcamos la letra pequeña de los acuerdos, quizá podamos vislumbrar alguna otra razón que justifique esta mansedumbre sindical.

Dominado el sindical, los otros frentes no le preocupan al gobierno. ¿Cómo le van a preocupar la CEOE, los partidos nacionalistas o el PP, que están encantados de que sea precisamente el líder de los socialistas quien aplique ajustes y reformas de recortes sociales? No es solo que Zapatero les esté haciendo el trabajo sucio pocos meses antes de perder el poder, sino que al mismo tiempo está traicionando su programa de izquierdas y perdiendo, cada día que pasa, miles de votos. ¿Como van a discutirle las reformas? ¿Cómo no van, incluso, a agredecérselas?

Y en cuanto a los partidos de izquierdas, casi marginales, ¿a quién le preocupan? No a Zapatero. Y tampoco parece que sean capaces de movilizar la calle; ni siquiera a los jóvenes, que históricamente han necesitado excusas de mucho menor calado para levantar barricadas y quemar coches y contenedores. 

Por eso, Valeriano Gómez, el nuevo ministro de trabajo, se ha podido anotar el indudable triunfo del éxito en una negociación cuyos términos finales –al menos los conocidos– estaban previamente aceptados por todos.

En cuanto al efecto de esta medida, qué decir. Supone otra cuchillada al futuro de nuestros jóvenes, que continúan con su actitud conformista. Sorprende, como he mencionado ya, esta ausencia de reacción. No se muy bien si es achacable a su descreimiento general sobre la clase política o, lo que es peor, sobre la sociedad, a un carácter colectivo de abulia derivado de la formación que les hemos dado o quizá, simplemente, que están en otras guerras. Pero ¿en cuáles? Con lo sencillo que es hoy movilizar a cientos de miles en pocas horas (véase Tunez, Egipto,…) ¿qué les retiene en casa? Porque este nuevo sistema de pensiones no les deja otra alternativa que trabajar más años (lo que, a la vista del paro juvenil, 43% hoy, tienen muy complicado), hacerse ricos antes de la jubilación (más difícil aún) o, por último, ponerse a procrear como descosidos para elevar el índice de natalidad y con ello el ratio currante/jubilado.

…………………………….

Amigos del gobierno, del PSOE, podéis presumir de tener un líder que, como Jesucristo, se ha inmolado por todos nosotros. Aunque gracias a su torpeza, por vosotros aplaudida, las llamas del sacrificio os alcanzan también. Años costará al partido regenerar la confianza perdida. Pero, además, parece que ya ha consumido toda la madera para hacer la cruz, todos los rosales para confeccionar su corona de espinas y todos los clavos que había en la carpintería.

The Party is Over. No queda más material para seguir inmolándose. Excepto que de verdad, sin complejos, sin amiguismos y sin miedo, ataquéis el penúltimo frente, las últimas trincheras en las que los políticos de medio pelo –y de todos los partidos-, los empresarios piratas amigos de aquellos y las sanguijuelas corruptas que nos chapan la sangre, tratan de defender sus privilegios, sus rapiñas y sus trampas. Excepto que de verdad os decidáis, con el acuerdo del partido adversario, a acabar con el despilfarro de las Comunidades Autónomas. De unas y de otras; de las de unos y de las de otros; de las históricas y de las artificiales; de las del artículo 143 y las del 151; de todas. Y, de paso, con todas las empresas públicas que sirvan de tapadera para seguir metiendo la mano y con todas las televisiones públicas autonómicas, provinciales y locales, con la única excepción de las de las autonomías con lenguas propias co-oficiales.

The Party is Over. La fiesta se acabó. El mismo viernes del éxito del acuerdo sobre las pensiones, se conoció la EPA de 2010. Record histórico de parados: 4,7 millones y 20,33% de desempleo (43% en jóvenes), porcentaje sólo superado por el dato de las postrimerías del gobierno de Felipe González, en 1996. Triste coincidencia para el PSOE. ¿Qué planes tienen nuestros gobiernos y nuestros parlamentos para mejorar el empleo, además de mostrar su dolor, su decepción, sus críticas o sus esperanzas de que esto cambie? Porque, como contaba Celaya y cantaba Ibáñez:
“Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo”.

The Party is Over; ya no caben adornos o palabras; quizá, sólo, nuevos sacrificios. Esta semana, el jueves, nos visita Angela Merkel, dama de hierro de rostro afable y, querámoslo o no, con mayor capacidad de decisión que Zapatero sobre nuestros propios asuntos. Y no viene, como creen algunos, a llevarse miles de jóvenes a trabajar a Alemania (¿volveremos al “Vente a Alemania Pepe”, de Pedro Lazaga?). Viene a pasar revista, a ver si lo que se ha hecho tiene sentido, si lo que se ha prometido se va a hacer pronto o si tenemos que hacer más recortes en salarios, pensiones, funcionarios o despilfarros varios. O, quizá, a exigir subidas adicionales en IVA o en impuestos especiales. Porque, ojo, aunque nuestro IVA se acaba de subir del 16 al 18, en Alemania tienen el 19, en Francia el 19,6, en Bélgica el 21, en Dinamarca el 25, en Italia el 20, en Grecia el 21, en…..Es decir, que margen para subir, hay. Y, ojo también, nuestra gasolina es cara, pero bastante menos que en la maroyía de los países de la UE. Ojo con Merkel, si viene no es para volverse de rositas, no para perder el tiempo con nuestro presidente a quien, dicho sea de paso, desprecia.

Aunque, según leo hoy, se va a volver con la apasionante experiencia de haber compartido mesa y mantel en Moncloa con los inefables Méndez y Toxo. Porque Zapatero, en premio a su docilidad en la negociación de las pensiones, les ha invitado a la comida del jueves en la Moncloa.
……………….

(Y, mientras termino de escribir esto, escucho en el telediario los discursos de cierre de la convención del PSOE en Zaragoza. Es de vergüenza ajena escuchar el triste, artificial y no sentido peloteo de los Cháves, los Blancos y los Iglesias a ZP. Realmente empalagoso.)

¿Qué música traer hoy? No voy a dedicar mucho tiempo a buscarla. Esta es la segunda entrada con el mismo nombre y tiene sentido dejaros otra canción con el mismo nombre; ya os la anuncié ayer, otra The Party is Over, esta de Willie Nelson. No se trata de una versión diferente del mismo tema, sino de una canción diferente.

Turn out the lights (apaga las luces)
The party’s over (la fiesta se acabó)

 

Turn out the lights
The party’s over
They say that
All good things must end
Call it tonight
The party’s over
And tomorrow starts
The same old thing again

But the crazy crazy party
Never seen so many people
Laughing dancing
Look at you you’re having fun
But look at me
I’m almost cryin’
That don’t keep her love from dyin’
Misery cause for me the party’s over
Turn out the lights…

Once I had a love undyin’
I didn’t keep it but I tried
Life for me was just one party
And then another
I broke her heart so many times
I had to have my parting wife
I had to have my party
Why broke her heart so many times
But one day she said
Sweetheart the party’s over
Turn out the lights…

THE PARTY IS OVER (1)

30 enero, 2011 5 comentarios

Perdonad, me quedé dormido frente a la chimenea.

«Zapatero asume el fiasco de su discurso social y se inmola con furor reformista», leo en un titular de hoy.

SACRIFICIO HUMANO ENTRE LOS INDIOS DE NUEVA ESPAÑA

Esta semana ha tenido lugar la tercera inmolación de J. L.  Rodríguez Zapatero por su país, por todos nosotros. Y desde hace tiempo es  la especie que los suyos están extendiendo: Zapatero se sacrifica por los españoles. Traiciona sus creencias, su ideología, su programa, para salvar a España. La historia se lo reconocerá.

Y también es la tercera vez, en esta semana, que tres Sampedros diferentes, como el legítimo San Pedro hizo con Jesús –que también se inmoló por la humanidad-, le niegan. Ramón Jáuregui, Fernandez Vara y esa cosa inútil que tenemos como vicepresidente tercero, que se llama Manolo Cháves. Los tres, cada uno en su estilo, han dado por amortizado a Zapatero. La duda es si lo anunciará antes de las autonómicas de mayo o después; o si lo anunciará él o se lo anunciarán. Pero pronto el PSOE ha cerrado las exclusas; no se puede poner al lider a caldo después del exitazo del pensionazo y mucho menos cuando Rajoy hablaba de la humillación del presidente a manos de su propio partido.

Vencida la semana, ya otras voces y otros mensajes -incluso de los mismos sampedros- se escuchan. 

«Frente a tanto ataque y descalificación tengo que decir que me siento orgulloso de José Luis, de sus valores, de su coraje; no conocí nunca, nunca, a un socialista mejor, que haya hecho tanto por la modernización de España, nunca nadie que haya hecho tanto por la igualdad, por la protección social, por el reconocimiento de derechos». Son Palabras de Pepiño, Don José.

Por su parte, Manuel Chaves, uno de los que con su típico discurso balbuciente le negó hace sólo un par de días, le ha lanzado esta flor, que suena a chirigota:  «Con la fuerza del liderazgo del PSOE y de José Luis Rodríguez Zapatero España saldrá de la crisis».

Todos firmes de nuevo.

Zapatero se inmoló primero con el ajuste de mayo de 2010 (“El hombre de la pandereta” y “El lamento de un hombre roto”, 12 y 13 de mayo, en este blog), cuando decidió congelar pensiones, bajar el sueldo de funcionarios, suprimir ayudas sociales (los 400 € y el “cheque bebé”) y reducir las inversiones y las ayudas al desarrollo.

Se inmoló por segunda vez en diciembre (“La arrancada del verraco” 1-12-10), cuando decidió, sin avisar ni a los suyos, la suspensión del subsidio a los parados de larga duración, la eliminación de las cuotas de las cámaras de comercio, algunas privatizaciones y ciertas medidas de carácter administrativo y laboral.

Y se acaba de inmolar por nosotros, por tercera vez, esta semana con la restructuración de las cajas de ahorros y el “pensionazo”.

La primera medida acabará con los restos de banca pública o semipública que quedaba en España. La reestructuración del sistema de pensiones supondrá un recorte social de primera magnitud. La derecha feliz; la izquierda, la real, desquiciada. España ¿salvada?

Ya queda poco Zapatero para inmolarse. Nuestro cordero está ya casi del todo chamuscado, en el altar del sacrificio.

Agnus Dei qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem

(Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, apiádate de nosotros,….danos la paz).

O mejor, como decían del Opus Dei sus críticos, con bastante sentido del humor:

Opus Dei qui tollis pecunia mundi, dona nobis partem.

(Opus Dei que quitas el dinero del mundo, danos una parte).

Cualquiera de las versiones cuadra con Zapatero y con su gobierno; sea la de “apiádate de nosotros y déjanos en paz”, sea la de “danos una parte del dinero que quitas al mundo”.

Como también les cuadra –a todos los gobiernos– esta otra malintencionada y seguramente certera broma sobre el Opus:

– ¿Qué significa el acrónimo OPUS DEI?

Oportunidad Para Uno Situarse; Dios Es Inocente.

En fin, hecha esta digresión que, hablando de quienes hablamos, venía a cuento, procede comentar las dos últimas medidas de esta nueva inmolación. Aunque no se quedarán sólo en dos, ya que la primera, la de las cajas, traerá cola con la previsible nacionalización –transitoria– de algunas de ellas, de las que no sean capaces de lograr suficiente capitalización; y la segunda, la de las pensiones conllevará, dentro del “Pacto Global” con los sindicatos, algunas otras medidas que todavía no nos han sido desveladas.

LAS CAJAS DE AHORROS.

Vaya por delante que no pretendo hacer un análisis económico o político de la decisión, sino tan sólo hablar, bien que superficialmente pues no es este un blog con aspiraciones de sentar cátedra, de las razones por las que se ha llegado hasta aquí.

Un poco de historia. El antecedente de las Cajas son los Pósitos (depósitos de cereales), creados en España en el siglo XVI, cuya fución era el acopio de grano en momentos de escasez para cederlo, en préstamo y con intereses, a los agricultores cuando estos lo necesitaban. Pronto se reconvirtieron en los llamados Montes de Piedad y más adelante, en la primera mitad del XIX, en las Cajas de Ahorros.

El principal objetivo de las Cajas, cada una en su respectivo ámbito territorial, era reconducir el ahorro popular excedente hacia la inversión en actividades sociales, sobre todo en apoyo de las clases modestas. Este objetivo permitió acuñar el concepto de “Obra Social” de las Cajas.

«Las Cajas de Ahorros son fundaciones de carácter privado que combinan dos funciones, una financiera y otra social…. En su vertiente social, las Cajas se ocupan, en esencia, de evitar la exclusión financiera y de fomentar el desarrollo económico, y promover el progreso social y cultural de sus comunidades de origen.
Aunque el carácter social orienta cualquier actividad de las Cajas, donde este compromiso se hace más visible es a través de las distintas manifestaciones socioculturales de la Obra Social; como la construcción y/o mantenimiento de diversos centros; y la realización de actividades que se destinan a las principales demandas sociales, desde el medio ambiente a la cultura, sin olvidar los programas de integración de los colectivos con mayores problemas, así como a la restauración y conservación del patrimonio histórico-artístico.
Sin la Obra Social de las Cajas, muchos ciudadanos españoles, especialmente en el medio rural, carecerían de numerosos servicios asistenciales y verían prácticamente imposibilitado su acceso a la cultura» (Web de las Cajas).

Poco tiempo pasa antes de que estas instituciones se politicen. El R. D. de 29 de junio de 1853 impone una reglamentación exhaustiva de las cajas, estableciendo unos estatutos tipo y hace obligatoria su creación en todas las capitales de provincia, a iniciativa del poder político (gobernador civil). En un momento determinado, incluso se exigió a las cajas colocar sus excedentes en la Caja General de Depósitos, cuya función era invertir en la financiación del déficit público; nos suena ¿verdad?. Esta decisión provocó ya en aquella época una desbandada de depositantes, temerosos de la falta de solvencia del estado. Algo parecido a lo que los mercados financieros internacionales temen hoy.

Una ley posterior, de 1880, liberaliza parcialmente el sector pero sin eliminar su carácter político. Y, poco a poco, sin prisa pero sin pausa y siempre bajo el control político en cuanto a su fundación y a su gestión, las Cajas evolucionan camino de la perversión de sus fines, de sus fondos y de su misión original. Sus órganos de administración van perdiendo su carácter democrático y representativo y se llenan de políticos sin ninguna base financiera y con espurios intereses coincidentes con los de los caciques y empresarios locales. Las cajas pierden su propia identidad social y se convierten en instrumentos de poder y de influencia. El sometimiento de la gestión financiera y social a los intereses políticos empujan a las cajas a incurrir en insoportables situaciones de riesgo financiero e irregularidades de toda índole.

Asumiendo riesgos que ninguna entidad financiera privada asumiría, promueven con erráticas decisiones el enriquecimiento de amigos a costa de la ruina de las propias entidades. La previsible quiebra a que estas decisiones conducen a las cajas, impulsa a su vez procesos de fusión para tratar de ocultar dicha quiebra en las cajas más débiles (por “débiles” se entiende las más debilitadas por la corrupción de sus órganos de gestión) y el desprestigio, y previsible derrota en urnas, de los políticos que las provocaron.

Pero, claro, las entidades fusionadas han de ser financieramente viables –para que alguna otra entidad se las «trague»– o al menos no ser tan ruinosas que contaminen a sus “partners” de fusión. Y estas cajas ruinosas tienen que dedicar recursos a provisionar los activos ruinosos –sean créditos o activos materiales– adquiridos mediante operaciones “sensibles” (sin eufemismos, por “operaciones sensibles” ha de entenderse la rapiña de gestores políticos y sus amigos) cuyo valor es próximo a cero, así como a despedir a los empleados que sobran o, si estos son amigos, a “prejubilarles” con prebendas impensables en la empresa privada.

Y ¿De donde se saca el dinero que necesitan esas cajas para su saneamiento? Del FROB (acrónimo de Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que es una especie de cajón hacia donde se han distraído unas docenas de miles de millones de euros que, aunque su origen pueda ser explicado manera financieramente imaginativa e incomprensible, en realidad salen de todos nosotros. Se nos dice que el dinero del FROB es a título de préstamo. Pero claro, nadie prestaría en condiciones normales a esas cajas ruinosas; sólo el FROB; es decir, sólo nosotros (a la fuerza). Y como esos dineros que se utilizan para “prejubilar” a amigos y para provisionar robos de gestores y de amigos no se van a devolver, me juego el cuello, el Estado se tendrá que quedar con las cajas que estén en esta situación. Las nacionalizará inyectando nuevos recursos –nuestros- o capitalizando los préstamos FROB para, de nuevo, “sanearlas” de los robos más recientes cometidos por sus gestores.

Y ¿qué pasará después? El Estado, que no puede quedarse mucho tiempo –no más de cinco años– con las cajas, las venderá al mejor postor. De forma parecida a cómo se vendieron –a precios de saldo– a amigos del poder las empresas expropiadas a Ruiz Mateos, empresario atípico y valiente pero no ladrón; o igual que se vendió, por cuatro duros, el BANESTO del también atípico empresario Mario Conde a Botín (como decía un amigo mío: “Botín, vaya nombre para un banquero”). Dato curioso: fue el PSOE el partido que gobernaba en ambos casos de expropiación.

Así ha sido esta triste evolución: las Cajas de Ahorro, cuya misión original fue la de proteger a los desfavorecidos, han sido reconvertidas en estas últimas décadas en instrumentos para favorecer a los protegidos; un simple cambio de términos. Dicho de otra manera, para enriquecer a los políticos y a los amigos de los políticos; y, gracias a este trasvase patrimonial de las Cajas a los Amigos, arruinadas en poco tiempo. Pero no hay preocupación: nuestros queridos gobernantes convertidos en Reyes Midas trocarán nuevamente, con nuestros dineros nuevamente, esas cajas arruinadas en paquetitos de oro molido que serán vendidos, nuevamente, a sus amigos.

He de decir que no todas las cajas y no todos los políticos han jugado a ese juego. Pero muchos lo han hecho. La historia de Caja Castilla la Mancha es paradigmática y, si bien constituye el supuesto más grave, no es el único. Nueve mil millones nos ha costado el estúpido capricho, asentado sobre la vanidad de políticos y la codicia de sus amigos, de construir un aeropuerto megalómano (con un “potencial enorme” según decía hace menos de un año el presidente Barreda) en una ciudad que está a una hora de tren de Madrid, una «Ciudad de Don Quijote, que emularía a Las Vegas y otras cuantas locuras más. Ese “potencial enorme” se ha trasladado a los bolsillos de las empresas constructoras de los amigos, que por un lado han cobrado del gobierno y de la Caja las obras que han hecho y, por otro, no han pagado a la Caja los préstamos con que financiaron sus propios costes para hacer esas obras. Como dicen los ingleses, un “win-win situation”. Es decir, gano por aquí, gano por allá. Y yo no se si su expresidente y culpable de todo esto, Hernández Moltó, socialista de los de Felipe, aquel tan agresivo en la Comisión de Investigación del Caso Mariano Rubio («míreme a los ojos señor Rubio») ha sacado tajada o sólo ha sido el tonto útil de los Díaz de Mera y demás bandidos que sí la han sacado. El caso es que por ahí sigue; libre y de rositas, aunque imputado. Mil euros a que no acaba en la «trena»


Y, esto de las Cajas ¿cui prodest? como dicen los cursis; ¿a quién beneficia? A partir de ahora, me refiero, porque queda claro quiénes se han beneficiado durante tantos y tantos años. Tan sólo transcribo un titular de un diario de hace días:

“González y Botín instaron al Gobierno a intervenir en las cajas en una reunión secreta”

Ya lo dijo el presidente no hace mucho: «El sector financiero español es probablemente el más sólido del mundo«. Caramba, qué visión

¿Dónde queda la Obra Social?

The Party is Over. La fiesta se acabó.

Hay varias canciones con este título. Una de ellas, de Willie Nelson, uno de mis country singers. Y seguramente es la que os habría dejado de no haber encontrado esta otra, extraida de la película “Bells are Ringing” (Vincent Minelli, 1960). Entre los varios intérpretes que la cantan, me decido por Doris Day, a la que mi generación recuerda como mitad novia, mitad madre. Todo platónico, claro.

La fiesta se acabó
Debemos terminar por hoy
Han reventado tu precioso globo
Y se han llevado la luna
Es tiempo de terminar la mascarada
Ahora hay que afrontar las consecuencias

The party’s over
It’s time to call it a day
They’ve burst your pretty balloon
And taken the moon away
It’s time to wind up the masquerade
Just make your mind up the piper must be paid

The party’s over
The candles flicker and dim
You danced and dreamed through the night
It seemed to be right just being with him
Now you must wake up, all dreams must end
Take off your makeup, the party’s over
It’s all over, my friend
The party’s over

It’s time to call it a day

Now you must wake up, all dreams must end
Take off your makeup, the party’s over
It’s all over, my friend

It’s all over, my friend

EL LEON EN INVIERNO

22 enero, 2011 23 comentarios

Esta tarde ha costado más encender la chimenea. La leña es la misma de otros días, encina y acebuche; y no está mojada. Las piñas, que ayudan a iniciar un buen fuego, las recogimos hace un par de días en el sotobosque del pinar que hay a la derecha de la calle del hoyo siete, zona de caída del drive si tienes día de “slice”. En fin, qué le voy a hacer, que todo lo malo sea estar más atento y atizar cuando vaya perdiendo alegría este fuego.

 

El crepitar de los leños interrumpe, con discreción, las notas de un vals de Chopin que suena en el salón; sólo yo escucho, además, el tenue sonido de las teclas del ordenador, mientras esto escribo y, de rato en rato, también el pasar de las páginas del libro que lee Carmela. No hay otros sonidos en el salón de esta casa que hoy, día de temporal fuerte de levante aunque sin lluvia, nos mantiene encerrados entre sus paredes.

 

Así son aquí, en esta tierra de adopción, los días que llaman malos: esos que los meteorólogos de la tele describen como “temporal fuerte de levante en el Estrecho”: tardes dedicadas a escribir, escuchar, leer, hablar,….una vez que ya has roto la calma de la tarde con un paseo por la playa asediada por olas encrespadas o entre los veleros de la marina y empiezas a disfrutar de lo que queda del día con un buen gin tonic.

 

Y así son también las tardes de los días de invierno que llaman buenos; los días de sol y cielo azul, cuando el plan trazado con la improvisación de quien tiene más tiempo que prisa ya ha concluido.

 

Dulce rutina la de quien tiene la suerte, después de bastantes años de trabajo, de disfrutar de su tiempo y de sus aficiones. Todas las tardes dedicamos un par de minutos a esta conversación: ¿Qué te apetece hacer mañana? Pues, no sé, ya veremos. Parece que hará buen tiempo. Estupendo, navegamos si te parece.

 

Navegar o pasear con el dichoso palito de las alegrías  y de las decepciones, qué más da. Tiempo hay para todo. Después, cuando ya se va el dios sol y antes de que se vean las estrellas, encenderemos la chimenea con las piñas que recogimos ayer y nos sentaremos a hablar, a escribir, a leer, a escuchar. ¿Qué más queremos? Cuando uno tiene mucho más camino andado que el que le queda por recorrer, el pasado es una breve película que ve sentado en su butaca, el futuro se hace casi presente y la ambición que aún mantiene es, nada más y nada menos que ser razonablemente, rutinariamente, feliz.

 

Y que Dios nos guarde.

 

 He estado a punto de estropear el día poniéndome a escribir tonterías sobre las Cajas de Ahorro, el despilfarro de las CCAA, la Convención del PP y otras memeces. Felizmente recapacité y escribí sobre mí. Con mis disculpas por la vanidad, no sólo por escribir sobre mí, sino por haberlo hecho bajo el título de aquella magnífica película de Anthony Harvey sobre Enrique II que, aunque solo sea por la extraordinaria interpretación de Peter O’Toole y Katharine Hepburn, merece la pena ver media docena de veces.

 

…………………

 

La placidez de la chimenea, del gin tonic y de Chopin me ha traído a la memoria las Habaneras de Sevilla, de Carlos Cano, cantor “granaíno”, notable y con un estilo propio. No tuvo la suerte que yo tengo. Murió a los cincuenta y cinco años, en pleno éxito y en la flor de la vida.

 

 

Aún recuerdo el piano
de aquella niña
que había en Sevilla,
la novia del embarcado
nunca la siesta dormía.
Sola en los corredores de mecedora,
de consola y lorito, sueña el querer
que a Cuba se fue,
y aquella mujer
está tocando el piano;
escriben sus blancas manos
cartas de amores
que han de volver.

Ay, goleta antillana,
ay, cuánto lo quería,
que era trigo su pelo cuando embarcaba,
que era nieve el pañuelo que adiós decía…
Ay, suspira la fuente,
ay, dormita el pregón…
La copla de un pianillo
se va metiendo por los balcones,
navegan los galeones
que hay en los cuadros del corredor…

Estribillo

Se bambolea
la goleta en el río
se bambolea,
que viene de Sanlúcar
con la marea.
Viva Sevilla
y los barcos que salen
pá las Antillas.
Viva Triana
y los barcos que vienen
desde La Habana.

II

Se calla el pianillo,
tras los visillos
suena el piano,
qué dulce lo toca ahora
la novia del embarcado.
Las mecedoras bailan sus habaneras,
con su son de caoba, manigua y ron,
y se abre el balcón,
suspira el pregón.,
ay, barrio del Baratillo,
tiene color de Murillo
la siesta triste
de aquel salón…
Ay, novio marinero,
ay, capitán de mi puerto.
Qué blancas son las velas de tu goleta,
qué secretas las penas de mi pañuelo.
Ay, que se fue pá Cuba,
ay, que venga por Dios…
Que venga por el río,
con su goleta, desde Sanlúcar,
que esta copla de azúcar
pone más dulce mi corazón.

INDIGNARSE ¿SIRVE DE ALGO? (2)

17 enero, 2011 9 comentarios

Indignación, hartazgo, cabreo,… ¿Sirve de algo indignarse? supongo que sí, pero habrá que hacer algo más. Indignarse, hartarse, cabrearse, te dejan jodidamente melancólico. Hay que actuar; pero habrá que ver cómo.

Así terminaba la entrada anterior. 
Es necesario que se produzca un cambio cualitativo en la conducta de la sociedad o, dicho de otra forma, en la reacción de la sociedad ante la manera de ser gobernada. Aunque es difícil saber qué cambio e, incluso sabiéndolo o intuyéndolo, imaginar cómo motivarlo.

En palabras más claras: La Sociedad Tiene Que Reaccionar. No sólo Razonar, como sugería el neuropsiquiatra crítico de Hessel; no sólo Indignarse, como sugiere el propio Hessel. Es necesario Reaccionar; algo parecido a Rebelarse; sin sangre pero con energía y convicción.

Porque, aunque no concurren hoy la mayoría de los motivos –especialmente los de carácter económico o social– que actuaron como detonantes directos de las grandes revoluciones que cambiaron la historia en Europa (la francesa de finales del XVIII o la bolchevique de principios del XX), en América (la de independencia del norte a finales del XVII, la bolivariana del sur a primeros del XIX, la mexicana del centro a principios del XX), en Africa (especialmente los sangrientos procesos de descolonización y la revolución pacífica de Sudáfrica) y en Asia (con las diversas revoluciones chinas a lo largo del siglo XX), sí se perciben algunas de las causas que catalizaron la participación masiva de los ciudadanos en esos movimientos revolucionarios.

Con excepción de la revolución sudafricana, gracias al liderazgo del gran Mandela, el resto de las citadas devinieron en revueltas sangrientas y, casi todas, en prolongadas guerras. Algunas acabaron con un largo periodo absolutista; otras lo iniciaron o, simplemente, cambiaron la personalidad, filosofía o ideología del dictador.

Efectivamente, en Europa del Sur no concurren, hoy, la mayor parte de las causas sociales de aquellas revoluciones. Hay cierta pobreza, pobreza occidental siglo XXI, pero no hay hambre; la protección del estado y la solidaridad familiar la evitan. La lucha de clases, con el crecimiento de la clase media, no es ya tal lucha, tan sólo existen diferencias pacíficamente aceptadas. La revolución industrial finalizó con el triunfo de los derechos sociales sobre la explotación. Aunque sigan existiendo latifundios –pocos- la población rural ni es mayoritaria ni está marginada; al contrario, la que queda está protegida por subvenciones y los jóvenes hace tiempo que emigraron a las ciudades.

Sin embargo, algunas situaciones y muchos de los detonantes de carácter político que sirvieron de catalizadores de las inquietudes y deseos de cambio de las gentes de aquellos países y épocas, los podemos encontrar en nuestra sociedad y en nuestra clase –casta– política de hoy. En efecto, podemos decir, sin riesgo de cometer exageración, que hoy sufrimos:

–         Un cierto agotamiento de un sistema basado en el capitalismo “salvaje” del libre mercado, que ha escapado –probablemente porque gran parte de la clase política saca partido de ello– de cualquier intervención o regulación estatal. Prueba de ello es que muchos de quienes fueron protagonistas de ese mercado son, hoy, asesores económicos de gobernantes. Y ha sido precisamente ese capitalismo salvaje el causante de la profunda crisis que está a punto de acabar con él.

–         Un incremento extraordinario, en las últimas décadas, de la corrupción de los políticos. Agravado por el sentimiento de que esta corrupción, a ojos de la sociedad, queda impune; efectivamente, cada día somos informados de nuevos casos o de agravamiento y extensión de casos conocidos; y, sin embargo, podemos contar con los dedos de la mano de un manco los políticos que están juzgados, condenados, encarcelados y, sobre todo, obligados a devolver lo que robaron.

–         Un imparable despilfarro de los recursos que el estado obtiene de los impuestos de los ciudadanos, sin entrar en la consideración de la justicia o injusticia distributiva del sistema impositivo. Despilfarro que se consume, en el mejor de los casos en objetivos inútiles y en el peor en gastos suntuarios de los propios políticos o, indirecta pero impunemente, en sus bolsillos

–         Un sentimiento profundo y justificado de que los gobiernos gobiernan al margen de las opiniones o de las preferencias mayoritarias de la sociedad. Y, aun así, se arrogan el “poder emanado del pueblo” como esencia de la democracia. La sociedad se convierte así en rehén de los políticos. La única capacidad de reacción de la sociedad es cambiar el signo del voto; el nombre del partido que ha de recibirlo. Escasa capacidad de reacción cuando, excepto en ciertos detalles, los partidos –y los políticos de los partidos– son intercambiables sin que percibamos, apenas, ese cambio.

–         Una debilidad del gobernante de turno, gracias a nuestra nefasta ley electoral, que le obliga bien a sacar en las urnas mayoría absoluta, con el riesgo que eso supone, bien a traicionar su ideología y su dignidad comprando a un PIP (Partido de Intereses Personales) con nuestros dineros o con otras prebendas los votos que, en cada ocasión, necesite.

–         Una carencia intelectual de nuestros políticos. La política se ha convertido en una carrera profesional tan sólo accesible por una casta determinada. De la misma manera que a la actividad notarial sólo pueden acceder los notarios, a la ingeniería los ingenieros y a la medicina los médicos, a los puestos de responsabilidad de la política (sea ministro, secretario de estado o simple diputado, alcalde o concejal) sólo pueden acceder los políticos de carrera. La diferencia es que los notarios, ingenieros y jueces tienen que haber probado su capacidad intelectual y su esfuerzo. Los políticos, tan sólo su lealtad al líder, su servilismo y la capacidad probada de vender su dignidad.

–         Una esclerosis o paralización de las Instituciones del Estado por la ambición de poder y por la falta de sentido de estado de nuestros políticos. La renovación, aún no completada después de cuatro años de prórroga, del Tribunal Constitucional, la elección de los representantes en el CGPJ, la falta de acuerdos del Pacto de Toledo, son ejemplos representativos de esta parálisis.

–         Y, muy probablemente provocado por todo lo anterior, una sensación de la ciudadanía de ser utilizada como moneda intercambiable, como elemento de disputa, como un concepto inerte del que en cada momento pueda el político servirse y al que sólo haya de prestar atención en los procesos electorales.

 

Es decir que, aunque no concurran las Grandes Motivaciones Materiales inspiradoras de las revoluciones que cambiaron el mundo, sí existen motivos suficientes para la rebeldía, para gritar nuestra indignación, para decirles a nuestros políticos y gobernantes, sean del partido que sean, que ya está bien de abusar, de robar, de insultar, de acusar, de amenazar. Que ya es hora de gobernar y, si para ello tienen que pactar, que ya es hora de pactar.

Sobran motivos, pero faltan líderes intelectuales. No necesitamos guerreros ni iluminados: ni Villas ni Zapatas; ni Lenins ni Stalins; ni Robespierres ni Marats. Y los que nos gustarían, Lincolns o Mandelas, no existen. Por mucho que repasemos nuestro particular santoral de políticos, nada de valor encontramos; ni entre los líderes intelectuales, ni entre los “media”, ni en las universidades, ni en las empresas.

Pero es que, por otro lado, faltan también ejércitos que dirigir.

Antes dije que, en ausencia de rebelión, nuestro único momento son las elecciones y nuestra única arma es el voto. Pero ¿qué hacer con él? ¿Votar al contrario, al opositor? Tendremos sólo un momento de satisfacción, porque al poco tiempo estaremos deseando que se vaya.

¿Qué hacer, pues, con el voto? Hay una posibilidad: una rebelión pacífica. Aunque si creemos a quien, si bien sólo en el terreno literario, la experimentó, es difícil que tenga éxito.

En su Ensayo Sobre la Lucidez, el Nobel José Saramago relata la insólita situación que se genera tras las elecciones municipales de un país democrático, presumiblemente Portugal. Sin previo acuerdo o movilización dirigida, la mayoría de los electores de la capital opta por votar en blanco. El gobierno, sorprendido y preocupado, decide repetir las elecciones previendo una recapacitación del electorado. El resultado es aún más angustioso: cero abstenciones, 17% de voto explícito (8/8 derecha y centro y 1 izquierda) y 83% de votos en blanco.

Aún siendo el voto en blanco una opción legítima y constitucional, el gobierno se siente atacado y lanza una campaña de intoxicación contra los “blanqueros”, alertando de que, si bien el voto en blanco es legítimo, una actuación masiva en tal sentido es acción subversiva, posiblemente dirigida por inconfesables intereses del terrorismo internacional. El gobierno declara el estado de excepción y lanza una campaña de espionaje contra la población; detiene a muchos ciudadanos, les interroga e incluso tortura. Ante la falta de éxito de tales medidas, declara el estado de sitio y decide que todas las instituciones: gobierno, parlamento, judicatura e, incluso, policía, abandonen la capital. Establece un cordón del ejército alrededor de la ciudad para impedir que nadie pueda abandonarla. Piensan que los habitantes de la capital, frente al caos, pillaje, saqueos, incendios que sin duda se producirán en ausencia de la protección, tutela  y vigilancia del gobierno, terminarán pidiendo a gritos la vuelta de las instituciones, delatando a los culpables –reales o inventados- e implorando el perdón del gobierno.

Nada de eso sucede. El orden y la decencia, en ausencia de los políticos, impera en la ciudad. El gobierno –de derechas, no olvidemos– provoca una huelga de limpieza como antepenúltima esperanza de arrepentimiento de la población. Los ciudadanos asumen ellos mismos las labores de limpieza y los servicios municipales se incorporan, acabando así con la huelga. El gobierno –de derechas, no olvidemos-, como penúltima esperanza, pone una bomba en el metro matando casi a cincuenta ciudadanos. Piensa que en los funerales la población estallará; pero nada sucede. El gobierno, como última esperanza, envía a un eficaz comisario con un par de agentes para que liquiden a quienes ya han identificado –sin serlo– como culpables. Es el gobierno el que, Razón de Estado e Imbecilidad por medio, de convierte en terrorista.

No contaré el final. Diré tan sólo que merece la pena leer Un Ensayo sobre la Lucidez. El estilo de redacción, la ironía, sarcasmo e imaginación de Saramago son notables. Y los diálogos y disputas entre los ministros, hilarantes; si no pensáramos que, “mutatis mutandis” deben de ser muy parecidos a los de nuestros propios ministros

Es triste llegar a esta conclusión, pero ni siquiera el voto masivo en blanco, además de ser maniobra de difícil ejecución, serviría. La abstención, menos aún. Les importaría a nuestros políticos un carajo ser elegidos por diez o por diez millones.

Sigo igual ¿qué hacer? ¿Una campaña de movilización continuada a través de las redes sociales como algún lector sugería? ¿Una campaña de objeción fiscal? ¿Un boicot masivo a los medios de comunicación? ¿Una huelga colectiva de hambre? ¿Una extracción masiva de fondos de las entidades bancarias como sugirió hace poco no se qué famoso? ¿Una huelga de compras en grandes superficies? ¿…?

Nada; no haremos nada, no podemos, no sabemos y no queremos. Esperaré que a alguien se le ocurra algo y me pondré tras él. Mientras tanto, como sugería el Gatopardo, desayunaré churros con chocolate tras haberme duchado con agua caliente y escucharé las noticias en la radio. Eso sí, indignado, melancólico, despistado y decepcionado…conmigo mismo.

………..

Terminaré transcribiendo el inicio de un editorial de un diario de hoy, que dice más o menos lo que yo quiero decir con tanto rollo y tanto circumloquio.

“Necesitamos al Estado; necesitamos a las instituciones, a los partidos y a los políticos, pero, sobre todo, necesitamos que funcionen, que cumplan con sus obligaciones, que sean responsables. En un momento de crisis tan severa como la presente y con un futuro no precisamente halagüeño, la llamada a la responsabilidad es una llamada a que tan importantes piezas de la estrategia para salir de la crisis recuperen la credibilidad ante los ciudadanos, porque ésta es el aceite del engranaje social imprescindible para dirigir y coordinar todos los esfuerzos hacia la salida de la crisis”.

 

Podría traer muchas canciones hoy, pero después de darle vueltas me decido por “The Bells of Rhymney”. Esta canción se basa en un poema del galés Idris Davies, nacido precisamente en Rhymney, que vivió durante la primera mitad del siglo pasado. El poema se inspira en la huelga general que tuvo lugar en Reino Unido en 1926. Como muchas rebeliones, la huelga fracasó; pero finalmente, el movimiento social triunfó.

Las campanas, como los ciudadanos, tañen, gritan, acusan; pero, como hoy nosotros, no se mueven. Se indignan, preguntan, exigen; pero nadie les hace caso.

Is there hope for the future? , cry the brown bells of Merthyr.

(¿Hay esperanza para el futuro?, gritan las campanas de Merthyr)

La canta uno de los mejores, a quien ya conocéis porque lo he traído en varias ocasiones: Pete Seeger. En actuación en directo, Australia 1963. Muy buen sonido para la época de la grabación y un Pete en plena forma, su salsa, con su público entusiasmado pero tranquilo.

 

 

Oh what can you give me?
Say the sad bells of Rhymney.
Is there hope for the future?
Cry the brown bells of Merthyr.
Who made the mine owner?
Say the black bells of Rhondda.
And who robbed the miner?
Cry the grim bells of Blaina.

They will plunder willy-nilly,
Cry the bells of Caerphilly.
They have fangs, they have teeth,
Say the loud bells of Neathe.
Even God is uneasy,
Say the moist bells of Swansea.
They will plunder willy-nilly,
Say the bells of Caerphilly.

Put the vandals in court,
Say the bells of Newport.
All would be well if, if, if,
Cry the green bells of Cardiff.
Why so worried, sisters, why?
Sang the silver bells of Wye.
And what will you give me?
Say the sad bells of Rhymney.

Oh, ¿qué me daréis?/ Dijeron las tristes campanas de Rhymney./ ¿Hay esperanza para el futuro?/ Dijeron las campanas marrones de Merthyr./ ¿Quién hizo al propietario de la mina?/ Dijeron las negras campanas de Rhondda./ ¿Y quién robó a los mineros?/ Dijeron las graves campanas de Blaina.// Saquearán queramos o no,/ Dijeron las campanas de Caerphilly./ Tienen colmillos, tienen dientes,/ Dijeron las claras campanas de Neath./ ¡Hasta Dios está inquieto!/ Dijeron las húmedas campanas Swansea./ ¿Y qué me daréis??/ Dijeron las tristes campanas de Rhymney.// Lanzar a los vándalos en el tribunal,/ dijeron las campanas de Newport./ Todo estaría bien si, si, si, si, si, si…/ Dijeron las verdes de Cardiff./ ¿Por qué estáis tan abrumadas, hermanas, por qué?/ Cantaron las plateadas campanas de Wye./ ¿Y qué me daréis?/ D

INDIGNARSE ¿SIRVE DE ALGO? (1)

13 enero, 2011 45 comentarios

Se habla estos días de un fenómeno literario, con el título de “Indignez-vous” y cuyo autor, de 93 años de edad, es uno de los padres de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Stèphane Hessel. Se trata de un folletito de apenas 30 páginas, de encuadernación grapada y con precio de 3 euros. Ya tiene casi un millón de lectores y la riada no para. Como aún no he tenido la oportunidad de leerlo, me limito a reseñar una crítica de tercero: Harlem Désir, diputado europeo y número dos del Partido Socialista francés, fundador de la ONG Sos Racisme:

“Es un libro de rebeldía, de indignación, que se inscribe plenamente en nuestra época. Se subleva contra la sumisión, contra la dictadura de los valores financieros. Y dice que el mayor peligro sería la resignación (…) Hessel es un hombre modesto y auténtico. Plantea las cuestiones sociales en términos morales, hace un llamamiento a la ética y a la responsabilidad personal (…) a los 93 años se dirige a los jóvenes predicando una rebelión humanista y optimista (…) Es una llamada a la reflexión, no un programa político; es un llamamiento a la sociedad a partir de unos valores, …En él aparecen los valores de justicia social, de prevalencia del interés general sobre los intereses particulares, de basar la vida colectiva en los valores republicanos….Quiere construir una sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos, pero no presenta la más mínima ambigüedad: no es un programa político”…. “Predica un cierto radicalismo, pero construido en torno a un proyecto común. No expresa una utopía revolucionaria, que no podría cumplirse. Stéphane Hessel ofrece encontrar una esperanza… por eso este librito ha encontrado tanto eco”.

 

Como en cualquier éxito literario, en seguida surgen las críticas: objetivas –al libro– y subjetivas –a la personalidad del autor-. Pero, quizá, lo importante no sea en este caso la calidad de la obra ni las cualidades del autor. Lo importante es el revulsivo que puede suponer, especialmente si nuevos elementos de la sociedad civil o líderes de opinión, quizá aún desconocidos, siguen la senda marcada por Hessel con este método de mensajes catalizadores dirigidos a una maltratada sociedad.

Una de las críticas, poco inteligentes creo yo, a pesar de la personalidad de su autor, es la que dedica a Hessel el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik. Dice esta lumbrera estar “indignado de que (Hessel) nos pida que nos indignemos, porque la indignación es el primer paso del compromiso ciego. Hay que pedirnos  (sic) que razonemos y no que nos indignemos”.
Y yo le pregunto al psiquiatra: al margen del juego de palabras, impropio de tí,  ¿qué conseguimos con razonar, si no hacemos nada más? Porque, probablemente, la indignación es una fase mental posterior y consecuente al razonamiento, en tanto que el razonamiento, por sí solo, no tiene mayor consecuencia que la de confirmar nuestro acuerdo o desacuerdo con aquello sobre lo que razonamos. La indignación, sin embargo, supone algo más que el razonamiento: supone un “sentimiento de intenso enfado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial”. Razonar e indignarse son conductas compatibles y consecutivas, no alternativas.

Pero, seguramente, tampoco indignarse es suficiente. A este “sentimiento de intenso enfado” debería seguir otra acción más elocuente. Pero ¿cuál?

Destacaré algunos de los mensajes de “Indignez-vous”:

«La actual dictadura internacional de los mercados financieros amenaza la paz y la democracia».
– «Llamo a la insurrección pacífica contra el consumo masivo, el desprecio por los débiles y la competencia de todos contra todos».
– «Hago un llamamiento a los ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, a asumir la responsabilidad por las cosas que no funcionan en nuestra sociedad. Deseo que cada uno encuentre un motivo por el que indignarse con el sistema».

Desde luego, los mensajes no son ni novedosos ni originales. Pero el librito está teniendo un éxito brutal. ¿Cuál es el secreto?

…………………

Hace unos de días leí un suelto (carta) de parecido tono, con la firma de Anson y en su medio habitual, con el explícito título ¿De verdad que no se os cae la cara de vergüenza?, que dedica a los dirigentes de los partidos políticos. Destaco parte del texto:

“Mis queridos amigos…

¿De verdad que no se os cae la cara de vergüenza? ¿De verdad que os pasaréis una vez más por el arco del triunfo el barómetro del CIS? ¿De verdad que os echaréis a las espaldas sin pestañear la ignominia publicada? Resulta que la clase política es, según el CIS, el tercer problema que hoy sacude a España, tras el paro y la crisis económica.

Cifras no desmentidas aseguran que más del 90% de los gastos totales de los partidos políticos proceden de subvenciones directas o indirectas del Estado, es decir de los impuestos con que sangráis de forma inmisericorde a los ciudadanos para pagar la parafernalia de vuestros actos públicos, las desmesuradas campañas de publicidad, los incesantes viajes gratis total, la multiplicación de las sedes en toda España, el incremento imparable de vuestros empleados, la incesante caravana de coches, chóferes y escoltas, el rosario inacabable de asistentes, secretarias y enchufados….

Además, mis queridos amigos, habéis establecido en las tres administraciones el despilfarro por sistema. ¿Qué cifra de automóviles, con sus correspondientes choferes, seguros, facturas por averías, amortización, gasolina y gastos varios pagamos los españoles en las tres administraciones?….

Renglón especialmente sangrante es la invasión en varias ciudades españolas de los principales palacios y edificios suntuarios que ahora pagamos entre todos para solaz de los políticos…. Por poner un ejemplo entre mil, el Instituto de España, tan útil y necesario, debería ser una dirección general que funcionara en 300 metros cuadrados. Ocupa uno de los edificios más grandiosos de la capital: el antiguo Banco Central. Todo un derroche, en fin, que no es más que un botón de muestra de los abusos de las otras administraciones, de la municipal, con la fantasía del palacio de Cibeles, o de la autonómica, con la fórmula soviética de los teatros del Canal….

El hartazgo ciudadano ante vuestra incompetencia, ante el derroche de que hacéis gala, ante el egoísmo partidista, ha conducido a la opinión pública a considerar que su clase política no es una solución sino un problema, el tercero de los grandes problemas contra los que lucha el pueblo español.

¿De verdad, mis queridos amigos, de verdad que no se os cae la cara de vergüenza tras leer los resultados de la última encuesta del CIS?”

Nada nuevo dice el amigo Anson. Su indignación proviene directamente del último barómetro del CIS, que sitúa a la clase política, tras el paro y la situación económica, como el tercero de los grandes problemas que aquejan a la sociedad española. Nada nuevo bajo el sol. Llueve sobre mojado. Como llovía sobre mojado cuando el barómetro de Transparencia Internacional confirmaba hace poco que tres de cada cuatro españoles cree que hay ahora más corrupción que tras años atrás (que no era poca). Poco me parece tres de cada cuatro; si¡upongo que el cuarto es el «no sabe no contesta».
………………….

Es que, de verdad, ¡manda güevos! Nuestros políticos son, al menos como colectivo, cada vez más gorrones, más corruptos, más inmorales, más aprovechados, más…(no quiero calentarme).

Es que duele escuchar a Fabra, ese político Valenciano con aspecto de mafioso y presunto corrupto cuando, tras la sentencia de la Audiencia de Castellón que declara la prescripción de varios de sus delitos probados, dice: “La prescripción es como una absolución”. Y, lo que es peor, su partido lo defiende.

Es que duele ver cómo, a pesar de las débiles protestas del Banco de España, las nuevas Cajas de Ahorro resultantes de las fusiones de las arruinadas viejas Cajas, continúan siendo copadas, en sus Consejos, por los políticos de medio pelo que provocaron primero su ruina y después el coste milmillonario de su salvación a través de las ayudas del FROB. Sirva un ejemplo: una de las cajas de menor importancia en activos y recursos, Caja Duero-España, tiene un Consejo de Administración de treinta y cinco miembros (BBVA tiene 12, Banco Santander 20 y Telefónica 17); de ellos, veinte son políticos. ¿Qué coño hacen presidentes de diputaciones, alcaldes o secretarios provinciales de partidos políticos decidiendo, por ejemplo, los riesgos inversores que tiene que tomar una entidad? Y todos cobrando.
Es que duele saber que los diputados y senadores, quienes tomarán la decisión de cuándo y cuánto se recortan las pensiones de los ciudadanos, son a su vez quienes deciden que las suyas, además de privilegiadas, son intocables.

Es que duele enterarse de que las suculentas indemnizaciones o cesantías, en ciertos casos vitalicias, de altos cargos son compatibles con los millonarios ingresos de actividades complementarias, mientras que un pensionista común no puede recibir ingresos por otros conceptos. No rechazo que mentes brillantes continuen aportando a la sociedad, lo que me subleva es que no admitan a los demás lo qu ellos guardan para si. Como duele, hasta sangrar, el despilfarro intolerable de la cuádruple superposición de competencias que permite nuestra actual estructura del Estado o el de las docenas de inútiles –para el ciudadano, que no para el político- televisiones locales o autonómicas.

Duelen tanto tantas cosas y con tanta frecuencia suceden….No nos sorprende, ya, enterarnos de nuevos –decenas cada día– casos de corrupción. Convivimos sin inmutarnos, y casi sin querer enterarnos, con los cuatro millones y pico de parados que seguirán así por mucho tiempo. Aceptamos como habituales los millones en subvenciones a asociaciones y movimientos “sociales” creados, precisamente, para recibir subvenciones. No nos alteramos, ya, cuando nos hablan del inasumible coste de nuestra estructura administrativa. Las peleas entre partidos, cuando no la venta de votos por prebendas, nos parece lo normal y ya no pensamos en que lo lógico, lo esperable, sería un pacto entre quienes, quizá con enfoques ligeramente diferentes, debieran tener objetivos convergentes.

Pues aunque ya nos hayamos acostumbrado, no podemos seguir pasándolo por alto. El hecho de que se hayan denunciado tantas veces estas y muchas otras situaciones, no debe hacernos pensar que la reiteración es inútil. Al contrario. Más vale el cansancio que el olvido. Por eso, aun a riesgo de que de tanto repetirse, leerse, escucharse, parezca que todos estos abusos al amparo del poder van perdiendo importancia, hay que seguir insistiendo, alertando, denunciando.

Hay que repetirlo hasta la saciedad. Que, más que la indignación, se extienda la marea del cabreo social. Hay que pasar de la fase del razonamiento, incluso de la indignación, al ataque. Habra que ver cómo, pero habrá que atacar; no hay otra. Y no sólo contra el gobierno, sino contra toda la clase política. Porque son miembros de la clase política –aunque sean minoría– los que corrompen y se corrompen. Porque son miembros de la clase política y ya no tan minoría– los que amparan, permiten u ocultan la corrupción de algunos de los suyos. Porque son miembros de la clase política los que impiden que se ponga freno al despilfarro. Porque son miembros de la clase política los que se niegan a pactar los acuerdos y a acordar los pactos que exige la ciudadanía. Porque, en fin, es la clase política la que decide los recortes sociales de sus electores mientras se niega siquiera a someter a cuestión sus propios privilegios.

Y, por eso, la clase política –y no hace falta acudir al CIS para saberlo– representa hoy, para la sociedad, uno de los mayores problemas y, para el desarrollo de España y la salida de la crisis, uno de los mayores obstáculos.

Hace unos días, y aprovecho para cerrar con ello esta primera entrada, me mandaron un mail de esos que invitan a reenviar en cadena. Yo no suelo hacerlo pero, como excepción, haré referencia aquí. Es un cutre, cutrísimo, ejemplo de lo que pasa. El protagonista, según ese mail, es el portavoz de un partido minoritario del ayuntamiento de una importante ciudad andaluza. Parece ser que está preocupadísimo por la difusión de la noticia y de la foto que acompaño. Y no me extraña, porque la foto está tomada con ocasión de un “apretado” viaje de trabajo a Bruselas cuyo coste, incluida esta espectacular mariscada de la que tan orgullosos se sienten, pagamos nosotros. Como no puedo confirmar la veracidad de la noticia, no doy nombres. Pero así es como funcionan muchos políticos y politicuchos. “To pa mí; paga el pueblo”. Como foto de cierre, no está mal. Muy representativa.

 

Indignación, hartazgo, cabreo, ….¿Sirve de algo indignarse? supongo que sí, pero habrá que hacer algo más. Indignarse, hartarse, cabrearse, te dejan jodidamente melancólico. Hay que actuar; pero habrá que ver cómo.

En unos días, si me quedan ganas, me viene alguna idea y se me pasa algo la indignación, seguiré.