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ESOS “TESORITOS DE MIERDA”…

EL TRASLADO

–         Hola hijo ¿qué tal?

–         Hola padre. Hasta las narices de limpiar todos estos “tesoritos de mierda” de Liza.

Transcurría esta conversación a la vuelta de mi hijo Alejandro de NY, donde había pasado un par de años, a su país de residencia habitual, Panamá. Con él llevó a su novia canadiense –con la que se casaba semanas después– y ésta llevó con ella todas sus pertenencias, ya que trasladaba su centro de intereses vitales con carácter definitivo.

Muchas de esas pertenencias eran lo que mi hijo, en acertada definición y harto de limpiar y ordenar, calificó como “tesoritos de mierda”.

Los tesoritos

Recientemente he cambiado mi domicilio ocasional –hace años que no es el  habitual– de Madrid. En un serio ejercicio de “regreso” (de “downsizing”) he pasado de un piso de 270 metros (en el que aterricé hace años desde un chalet de doble superficie) a un “loft” de muy poco más de cien; suficiente para lo poco que venimos a Madrid y lo escasa que ha quedado ya la familia.

Imagínense a una señora de Botero tratando de introducir sus pies, luego sus piernas, después sus muslos y finalmente sus generosas nalgas, en una braguita talla adolescente. Algo parecido, eliminando el elemento morboso o sensual, se experimenta al tratar de introducir una vida de tantos años y tanto trasto a la espalda en un caparazón chico, del tamaño de cuando uno empieza su vida adulta.

En esta tesitura, obligado por una pura cuestión física y aconsejado por el sentido común, he tenido que afrontar la realidad: todo no cabe; hay que desprenderse de más de la mitad; de mucho más de la mitad. Y así, con tesón digno de empeños más nobles, comencé hace días a trabajar en un proceso de selección de muebles, cuadros, marcos, fotos, libros, documentos, ropa, alfombras, adornos, lámparas, vajillas, cristalerías, cuberterías, baterías de cocina, enseres domésticos varios y chorradas de todo tipo.

Había que decidir cuáles se venían con nosotros y cuáles no.

Y de estos últimos, es decir de los objetos que no vendrían con nosotros, seleccionar aquellos que estando aún en buen uso podrían guardarse en trasteros para nunca más utilizarlos, los que se podían regalar a familiares o amigos, los que se podrían entregar en centros de beneficencia y, finalmente, aquellos de los que habría definitivamente que prescindir.

En esta labor, me vino al recuerdo la conversación con mi hijo. Los tesoritos de mierda me rodeaban físicamente, apilados y desordenados fuera de sus escondites y lugares habituales donde no molestaban. Suponían además una parte importante de mis preocupaciones cotidianas.

Pertenecen estos tesoritos a todas y cada una de las categorías antes citadas en función del destino final; muy especialmente, a la primera: las cosas que se vienen con nosotros y que seguirán siendo inútiles; y a la última: las que hay que tirar definitivamente para no volver a verlas.

El ejercicio de selección duró días y me sumergió en una permanente duda:

¿Qué hago con esto?… No lo he visto en años, pero qué pena tirarlo… Si no lo tiro ¿dónde lo pongo?… Joder, es que me lo regaló fulanito…Coño, aún recuerdo el día en que gané este trofeo…Y el día en que me concedieron esta plaquita…¿Cómo voy a tirarlo?…¿Quizá lo podría querer menganito?…

Espera…no, no voy a tirarlo. Cuando ya faltemos, seguro que mis hijos disfrutarán con todas estas cosas y nos recordarán…

(Y una mierda, dirían mis hijos si escucharan mis pensamientos. No nos dejes el marrón; tíralo tu)

LOS TESORITOS DE MIERDA

Los recuerdos de una vida

Así son los traslados en estas edades tardías que algunos tenemos aún la suerte de vivir y, sobre todo, de disfrutar. Nos cuesta despegarnos de las cosas acumuladas a lo largo de la vida como nos cuesta quitarnos esos kilos que ya sobran.

Sin embargo, afrontada con filosofía, la tarea se convierte en un emotivo repaso visual de tu vida pasada. Es más que simplemente recordarla. El recuerdo, sólo, evoca imágenes ideales, no reales, y ciertamente con poco detalle; pero si ese recuerdo es motivado por un “tesorito de mierda” sostenido en tus manos y que posiblemente no vuelvas a ver, tu mente te transporta al pasado con una inmediatez digna de las películas de H. G. Wells y sin apenas esfuerzo de imaginación. Y los detalles se te aparecen vívidos y reales.

Y así, vuelves a vivir aquel día en que organizaste –y ganaste esta copa tan linda– aquella regata de windsurf. Recuerdas quién estuvo, qué vientos y mar tuviste, qué orgullo te embargó cuando te entregaron el trofeo…

O aquel otro en el que, muerto de miedo, diste tu primera charla profesional ante más de cien personas y te felicitaron, y te dieron esta plaquita de plata con el agradecimiento cincelado en ella que ahora, con cierta añoranza, vuelves a leer después de tantos años…

O los felices días del viaje de novios en que recorríamos con nuestras motos de campo el Valle de Arán y, al atardecer, muertos de cansancio y sucios de barro, como nos vemos en esta foto, ¿ves, te acuerdas?, nos refugiábamos en la iglesita de Artiés a escuchar aquellos conciertos de música barroca que descubrimos la tarde de aquel lejano martes lluvioso de agosto del 77…

O quizá recuerdes el primer beso fugaz con aquella novia efímera que tuviste y que, como no fue cosa seria, le contaste a tu mujer e, incluso, mantuviste sin ocultar esta fotografía en la que aparece tan chiquilla…

O te emociones al contemplar esta otra imagen en la que caminas abrazando la cintura de una novia menos fugaz. Tan menos fugaz que es la que hoy, cuarenta años después, contempla conmigo y con indisimulada emoción esta fotografía en blanco y negro que revelé, como hacía entonces, en mi laboratorio doméstico.

O recreas los felices días de campo, setas y caza furtiva (con los cartuchos que yo mismo me fabricaba en mi maquinita de recargar), que pasamos en lo de Manolo Corona -¿ves estas fotos?- con mi querida hermana Blanca, a la que tanto queríamos y que murió en un día triste, el de mis cincuenta. Un día que debió haber sido de conmemoración y alegría pero que fue de muerte y de tristeza infinita…

O te ves de nuevo en aquella sierra, cuando abatiste tu primer trofeo de caza cuando no tenías un duro y cazabas medio de matute; este ciervo de ocho puntas, ya descolorido, que ahora te observa desde sus cuencas vacías y que hoy sin duda dejarías que siguiera su trote. Pero que, entonces, te colmó de satisfacción…

O sopesas si tirar o dar en la parroquia estos trajes que, a pesar de que aún están de buen uso, tus hijos no quieren; y que tu sabes que no te los volverás a poner porque ya usas poca corbata y, además, te va a costar quitar esos tres o cuatro kilos que permitirían un digno portar con la chaqueta debidamente abotonada y sin hacer arrugas…

O quizá te entristezca saber que no tiene sentido conservar estas cajas de música, ya viejas pero que alguna aún ¿la escuchas, mi niña? Funciona. Las que con ilusión traías a tu mujer, una cada vez, a la vuelta de los viajes de trabajo…

…EL DÍA EN QUE ORGANICÉ AQUELLA REGATA…

Las decisiones

Y así pasan las horas de los días previos al traslado. Hechos, ella y yo, un mar de dudas entre la nostalgia del pasado, la realidad del presente y la magra posibilidad física y espacial del futuro.

Y es entonces cuando vienen de golpe, porque no podemos estar toda la vida que queda decidiendo que hacer con la vida que pasó, las decisiones: drásticas, radicales, frías. Fuera nostalgia, no hay tiempo para blandenguerías ni espacio para tesoritos de mierda. Que los recuerdos aprendan a recordar sin ayudas externas.

Y fue entonces cuando vino a casa un platero que convirtió en moneda de cambio unos cuantos kilos de plata, que tenían bellas formas de copa, de árbol, de vela, de jarra, de barco, y que habían sido ganados con orgullo y esfuerzo en competiciones de buena lid…

Y también vino un señor que se llevó los trajes y otros enseres que se acababan de convertir en inútiles y que ya decidiría él que hacer con ellos…

Y luego vino un sobrino que se llevó, en su viejísima furgoneta hippie que le hizo feliz años atrás y que dentro de poco será uno de sus “tesoritos de mierda”, un par de sofás y un enorme cuadro pintado por otra sobrinita mía en sus inicios de pintora…

Y después vino un camión que se llevó todas las sillas, mesas, lámparas y trastos, trastos, trastos que habíamos desechado, a no sé dónde…

Y, finalmente, vine yo y tiré el ciervo de ocho puntas, los diplomas, las plaquitas conmemorativas, las cajas de música, los ceniceritos de ónix, las botellas de licor con formas de fantasía, los trofeos que no eran de plata, los miles de jabones, geles, peines y cepillitos de dientes que traíamos de los hoteles en nuestros viajes iniciales, los viejos archivos de documentos que ya nunca serán necesarios, los marcos descuadrados, los cables de viejos ordenadores, los cargadores de viejos teléfonos, las docenas de bolígrafos medio buenos y con su tinta reseca, la caja de puros con humidificador, las pipas, las casitas -“pedreras”- de porcelana, las botellas de vino cosecha 70’s que guardaba para las ocasiones que nunca vinieron, hasta que el vino se pudrió, los…

Y tras tirar para siempre todos esos tesoritos de mierda que un día nos alegraron la vida y que hoy nos la amargarían si no sabemos hacerles frente, descansé; descansamos.

Pero no tiré fotos, aunque nos inundan; y no tiré libros, aunque apenas nos caben ahora; y no tiré las cartas que fueron escritas por personas que se querían, aunque ya nadie nunca vuelva a leerlas; y no tiré nuestras cartas porque quizá, cuando uno de los dos ya no esté, sí vuelvan a ser leídas…

Eso son tesoros de verdad, no tesoritos de mierda.

Y tampoco tiré mi colección de perritos de porcelana, interrumpida hace mucho, pero a la que guardo especial cariño. Quizá sea porque todos los perritos los compré yo y nadie me regaló ninguno.

LA COLECCIÓN DE PERRITOS DE PORCELANA

Y las sorpresas olvidadas

En esta ardua tarea también encontré algunas cosas. Entre viejos papeles, una cuartilla suelta, escrita con lapicero:

Cuando algún día seas capaz de oír la melodía que produce

            Un sentimiento de amor

O el dulce canto que provoca un rayo de sol cuando rompe por primera vez

            En los ojos de un niño,

Tal vez entonces seas capaz de comprender que todo esto es igual

Que la creación de las naciones

O la muerte de los reyes.

Creo saber quién es su autor, autora en este caso. Algo de ella navega por este blog.

Y también encontré interesantes diálogos cibernéticos de los primeros tiempos del correo electrónico. Viejas cartas de uno de mis hijos, el de los tesoritos, que hace ya muchos años cambió estas tierras por las de El Salvador, Afganistán, Panamá, Haití… y que darían para biografiar su parte de vida ya transcurrida. Cuentan tremendas historias de personas que nunca pudieron acumular esos tesoritos de mierda que a todos nos sobran. Tan solo conservan duros recuerdos de triste niñez, noches heladas y días ardientes. Y mortales hambrunas.

Algún día con su permiso, o mejor con su propia pluma, las relataré.

Y la música

Como la historia de aquella niña cuyo único tesoro era el abrigo de muchos colores que su mamá tejió para ella, aprovechando una caja de retales que alguien le regaló. Nadie la comprendía, pero ella era feliz embutida en su Coat of Many Colours. Y con la historia que su madre le contó sobre José y la Biblia.

La escribió Dolly Parton (ya conocéis mi debilidad por la música country). Ella misma la canta junto con Melissa Etheridge en esta preciosa versión.

So with patches on my britches
Holes in both my shoes
In my coat of many colors
I hurried off to school
Just to find the others laughing
And making fun of me
In my coat of many colors
My momma made for me

Así, con remiendos en los calzones

Y agujeros en los zapatos

Corrí a la escuela

Con mi abrigo de muchos colores.

Solo para ver a todos reírse de mí.

No lo podía entender,

Ya que me sentía rica…

Les relaté la historia

Que mi madre me contó

Y por qué mi abrigo de muchos colores

Tenía más valor que toda su ropa.

 

 

Back through the years
I go wonderin once again
Back to the seasons of my youth
I recall a box of rags that someone gave us
And how my momma put the rags to use
There were rags of many colors
Every piece was small
And I didn’t have a coat
And it was way down in the fall
Momma sewed the rags together
Sewin every piece with love
She made my coat of many colors
That I was so proud of
As she sewed, she told a story
From the bible, she had read
About a coat of many colors
Joseph wore and then she said
Perhaps this coat will bring you
Good luck and happiness
And I just couldnt wait to wear it
And momma blessed it with a kiss
Chorus:

My coat of many colors
That my momma made for me
Made only from rags
But I wore it so proudly
Although we had no money
I was rich as I could be
In my coat of many colors
My momma made for me

So with patches on my britches
Holes in both my shoes
In my coat of many colors
I hurried off to school
Just to find the others laughing
And making fun of me
In my coat of many colors
My momma made for me

And oh I couldnt understand it
For I felt I was rich
And I told them of the love
My momma sewed in every stitch
And I told em all the story
Momma told me while she sewed
And how my coat of many colors
Was worth more than all their clothes

But they didn’t understand it
And I tried to make them see
That one is only poor
Only if they choose to be
Now I know we had no money
But I was rich as I could be
In my coat of many colors
My momma made for me
Made just for me

  1. Corsario
    9 noviembre, 2012 a las 2:38 PM

    Pronto me tocará a mí, es un poco triste porque mientras lo haces supongo que es como desgranar el pasado y hay recuerdos que sin duda duelen y decides decirles adiós para siempre jamás, pero bueno el pasado allí se quedó y no es bueno revolverlo.

    Todos tenemos un poco de síndrome de Diógenes, aunque no se a que viene eso, porque Diógenes preconizaba y practicaba la privación de bienes materiales.

    Podías haber hecho un » Garage sale» al estilo yanky.

    Yo me quedaré con mis viejas fotos, mis libros y mis cámaras de fotos antiguas, sobre todo mi especial Nikon F2A, mi fiel compañera de viaje durante unos años locos de mi vida, como la que llevaba Errol Flyn Jr. Y muchos otros reporteros en la guerra del Vietnam.

    Las cartas no, leer viejas cartas de amor no es bueno para el corazón.

    En el fondo me gustaría vivir en un velero para no pasar por estos trances , el mar no guarda memorias.

    Corsario

    • 16 noviembre, 2012 a las 8:36 PM

      Hola Corsario.
      Tu has acumulado menos. Has sido toda tu vida un globetrotter aventurero y tendrás pocos tesoritos de mierda que tirar o llevar. Quizá un reloj antiguo, un chifonnier clásico o marfiles africanos. Todo con larga y digna historia.
      La verdad es que he disfrutado. Como dices, es desgranar el pasado; pero eso no es malo. Los recuerdos, aunque sean dolorosos, pacifican el espíritu. Se pueden tirar las cosas, olvidar los objetos; pero los recuerdos siempre quedan.
      Un garage sale en pleno Madrid es complicado. Además, excepto los trofeos de plata que los funden en sentido literal, casi nadie quiere casi nada.
      ¿Y las cartas? No es lo mismo viejas cartas de amor que cartas de viejos amores. No es lo mismo. Tira los viejos amores; guarda los que aún perduran.
      En fin, qué cursilerías escribe uno.
      ¿Y lo del velero? También yo lo pienso a menudo. Y se lo digo a mi capitana: si algún día…viviré en un velero. Cada temporada en un lugar distinto y con nueva gente, sin cosas que te aten…
      Pero llegará el día en que haya que volver a tierra si el mar aún no te ha tragado, como a Tabarly, Arias y otros tantos. Y ese día será el día más triste.
      Mientras tanto, A DISFRUTAR.
      Un abrazo

  2. Sarah Guadiana
    9 noviembre, 2012 a las 6:08 PM

    Entiendo perfectamente por lo que habéis pasado, es la historia de mi vida, he hecho casi más traslados de los que puedo recordar y siempre son así, un proceso de separación de un montón de «tesoritos de mierda» de los que ni siquiera eras consciente que acumulabas.

    A medida que se acerca el momento definitivo del traslado y gracias a la premura de tiempo te vas haciendo más «desprendido». Eso es bueno porque ayuda, pero también es malo porque se suele llegar al extremo contrario desechando cosas sin piedad, sin darle ya muchas vueltas.

    En mi caso en más de una ocasión, ya ubicada la nueva vida, llegó algún momento en el que eché en falta algo que, en ese momento, sería perfecto tener y ahí es cuando juras un poco en arameo y te arrepientes de haber sido tan desprendido….

    Y la cosa empeora si mucho tiempo después de ese último traslado te das cuenta de que, en su momento, alguna caja se fue en el montón equivocado (contenedor de basura) por error… Tengo un master en todo esto.
    De todas formas es ya una costumbre, cuando noto que empiezo a acumular cosas (en poco espacio), pienso ¡¡necesito otro traslado!! cuando sería más fácil, directamente no acumular o deshacerme de ellas sobre la marcha. Pero no, no es tan fácil como parece, a cada cosa le damos un significado, la asociamos a algo y así cuesta un riñón deshacerse de ellas.

    En todo caso lo vuestro ya está hecho, ya estáis en otro capítulo ( veremos si echas algún tesorito en falta), así que descansad del ajetreo y disfrutad de esa nueva ubicación, también de cualquier otra. Lo mejor es con quién, dónde y cómo es importante, pero menos.

    Un afectuosos abrazo.

    (Jaime, qué alivio!!! no he hablado de política)

    • 16 noviembre, 2012 a las 8:58 PM

      Todos hemos pasado por esos procesos, pero como suceden de tiempo en tiempo, son cada vez casi nuevos.
      Y he llegado a la conclusión de que es mejor pasarse que no llegar: en caso de duda, a la basura.
      Manuel Benitez Carrasco era desprendido, como tu dices, y supo lo que había que tirar. No un viejo amor, como los de las cartas de que hablaba con Corsario, sino un amor viejo, de los que duelen. Eso tiró.
      Como sé de tu alma sensible, te gustará leer la «Soleá del Amor Desprendío», de Benitez Carrasco. Ese amor que fue un día tesoro y que el tiempo y las deslealtades convirtieron en un verdadero tesorito de mierda.

      «Mira si soy desprendío
      que ayer, al pasar el puente,
      tiré tu cariño al río.

      Y tú bien sabes por qué
      tiré tu cariño al río:
      porque era hebilla de esparto
      de un cinturón de cuchillos;
      porque era anillo de barro
      mal tasao y mal vendío,
      y porque era flor sin alma
      de un abril en compromiso,
      que puso, en zarzas y espinas,
      un fingimiento de lirios.

      Tiré tu cariño al río,
      porque era una planta amarga
      dentro de mi huerto lírico.

      Tiré tu cariño al agua,
      porque era una mancha negra
      sobre mi fachada blanca.

      Tiré tu cariño al río
      porque era mala cizaña
      quitando savia a mi trigo;

      y tiré todo tu amor,
      porque era muerte en mi carne
      y era agonía en mi voz.

      Tú fuiste flor de verano,
      sol de un beso, luz de un día;
      yo te cuidaba en mi mano,

      y en mi mano te acunaba,
      y tu, por pagarme, herías
      la mano que te cuidaba.

      Pero al hacerlo, olvidabas
      (tal vez por ingenuidad),
      que te di mis sentimientos
      no por tus merecimientos
      sino por mi voluntad.

      Yo no puse en compraventa
      mi corazón encendío;
      y has de tener muy en cuenta

      que mi cariño no fue
      ni comprao ni vendío,
      sino que lo regalé.

      Porque yo soy desprendío;
      por eso te di mi rosa
      sin habérmela pedío.

      Porque yo soy desprendío
      y doy las cosas sin ver
      si se las han merecío.

      Por eso te di mi vela,
      te di el vino de mi jarro,
      las llaves de mi cancela
      y el látigo de mi carro.

      Ya ves si soy desprendío
      que ayer, al pasar el puente,
      tiré tu cariño al río.»

      A que te ha gustado. Busca un you tube de un buen recitador, tipo Paco Valladares.

      Y si, hemos echado de menos alguna cosa tirada. Pero prefiero haberme librado de ella para siempre que haberla añorado un instante.

      Un beso muy fuerte

      • Sarah Guadiana
        17 noviembre, 2012 a las 9:35 PM

        Me ha encantado!!! es preciosa.
        Generosidad y entrega sin condición a un gran amor que se revela «tesorito de mierda» y con la misma se desecha con sinceridad y sin acritud. Preciosa soleá.

        Busqué literalmente una interpretación de Paco Valladares pero fue misión imposible, la encontré recitada por Marife de Triana pero me gustó más esta versión con guitarra.

        Un beso enorme

        S. Guadiana

  3. Joselito
    9 noviembre, 2012 a las 9:31 PM

    Hola Jaime,

    Me ha divertido mucho esta nueva entrada y me ha recordado mucho mi última mudanza, en la que también pasaba de tener muchos más metros cuadrados a menos.

    Es verdad que nos cuesta mucho desprendernos de esos tesoritos de mierda, incluso guardé muchos en la última ocasión y en el trastero actual, para sacar algo, lo primero que hay que hacer es vaciar medio trastero para poder llegar a lo que buscas.

    Y ya hace casi dos años que me propuse limpiar un día el trastero, pero hasta hoy…

    Pero en esos tesoritos de mierda está escrito, aunque sea parcialmente, parte de nuestra vida, y aunque volver al pasado de vez en cuando no es bueno, viendo esos tesoritos de mierda nos traen siempre buenos recuerdos, por eso los compramos o los guardamos…

    Un abrazo fuerte, para ti y tu capitana, y que disfrutéis de los tesoritos que os hayáis bajado al sur.

    Joselito

    • 16 noviembre, 2012 a las 9:07 PM

      Me alegra leerte de nuevo Joselito.
      Lo que no tires una vez, lo tirarás la siguiente. Aunque no tenemos tantas mudanzas a lo largo de nuestras vidas para librarnos de todo.
      Lo de los trasteros es exactamente como dices, con el agravante de que no recuerdas en que puñetera caja guardaste lo que buscas.
      Volver al pasado no es malo. Yo creo que es más una imagen literaria lo que nos hace pensar eso. Todos hemos tenido momentos tristes, momentos que querríamos que nunca hubieran sucedido. Pero como la ucronía no es posible, recordarlos amansa el alma. Al menos en mi caso.
      Es como ver las fotos de los que quisiste y ya no están. Las tenemos por todos lados y apenas reparan nuestros ojos en ellas. Pero cuando estás empaquetando los marcos o revisando los álbumes, piensas en cómo fueron, en cuánto les querías. Y eso, aunque se humedezcan los ojos, es bueno.
      Un abrazo para vosotros.

  4. tano
    12 noviembre, 2012 a las 11:18 PM

    La noche de San Juan como liturgia, el olvido como sacramento. Creemos que poseemos las cosas, pero es al revés; las cosas nos poseen.

    • 16 noviembre, 2012 a las 9:13 PM

      Eso es así, dear son. Pero mientras el ánimo de poseer no llegue a ser codicia y lo que se posee sean recuerdos de vida, es dulce sentir que esas cosas, esos recuerdos, te poseen.
      Claro, no es como tener un barco durante años en dique seco sin disfrutarlo, o una Africa Corps con sidecar en el garaje de tu casa de Panamá cuando vives en NY…Esas cosas te esclavizan más que poseerte.
      Es broma.
      Un beso fuerte para los tres.

  5. guadalupe
    14 noviembre, 2012 a las 11:02 PM

    Me encanta tu entrada Jaime. Expresas fenomenal lo dificil que resulta priorizar en determinados momentos. Objetos que hoy significan tanto, mañana sorprende que ya no digan nada. Reconozco que soy un poco atípica, me gustan mis cosas pero he ido evolucionando con los años, ahora «tiro por si no lo necesito». Y me siento más libre. En mi caso es una tarea ardua porque mi capitán acumula y acumula sin cesar. Una vez leí que a los muertos los deberían enterrar con todas sus pertenencias dado que eran ellos,al existir, los que les daban sentido. Tengo objetos que han pertenecido a familiares a los que he amado profundamente y me reconfortan pero lo que recuerdo es la mano querida que lució ese anillo durante años o la letra tan bonita que escribía ese bolígrafo….yo los poseo pero han perdido la magia. A la siguiente generación le dirán muy poco pero por si acaso……
    Un beso.

    • 16 noviembre, 2012 a las 9:21 PM

      Holaaaaaa Guadalupeeeeee¡
      Me alegro de verte por aquí.
      Muchas gracias por tus elogios. La verdad es que disfruté escribiéndola.
      Es muy sabia esa filosofía de «tiro por si no lo necesito», frente a la de «guardémoslo por si acaso lo necesitamos».
      Mi capitana también acumula, pero en general lo suyo. Tiró unos comics de uno de mis hijos que por lo visto tenían cierto valor. Y, en esta mudanza, verifiqué que me había tirado unos 70 discos de vinilo, algunos de los de 78 rpm, viejos o antiguos. Le pregunté: «¿Por qué?»; me dijo: «Pensé que no los había tirado». Y ahí quedó todo. No le guardo rencor ¿que habría hecho yo con los vinilos sino meterlos en una caja y ésta en un trastero?

      Un beso muy fuerte.

  6. Pachamama
    16 noviembre, 2012 a las 1:13 PM

    Es difícil desprenderse de esos tesoros… Aunque a veces necesario. Las fotos nunca OMG!!! Jaja!!

    Por cierto, me encanta la que has puesto! Te la robo!

    Besazos

    • 16 noviembre, 2012 a las 9:27 PM

      Hola Pachamama.
      No, no es difícil. Sólo hay que tener la ocasión. Y la ocasión no se puede buscar, sólo llega en estas situaciones de cambio.
      Las fotos nunca¡¡¡ Estoy de acuerdo.
      Supongo que te refieres a la foto en la que estoy con Bola, Nacho y Blanca. !Esta si que trae recuerdos¡ El Suizo, año 79 o así, con Blanca y Nacho, que ya no están. Y la que está a su lado, Sarita Montiel, a la que sin conocer invité a que hiciera la entrega de premios. Aceptó encantada.
      Sweet Old Memories.
      Besos a la tropa. Veo tus fotos en tt, son magníficas.

  7. Corsario
    17 noviembre, 2012 a las 8:48 AM

    Cuando viajé por el Oriente peruano y los Andes escuchaba a menudo la palabra Quechua «pachamama» y me encantaba, «la madre tierra», así que pachamama y yo tenemos algo en común , nos gustan las fotos y la madre tierra, quien será Pachamama ?
    Corsario

    • 25 noviembre, 2012 a las 9:14 PM

      ¿Quién será Pachamama? ¿Quién será?
      Tu bien lo sabes, Corsario.
      Un chavala guapa, lista y aventurera; que sabe disfrutar de la vida y que no depende más que de ella misma y de los suyos; de la luz, de las olas y del sol.
      A ver, Pachamama, sal a la luz e identifícate.
      Abrazos

  8. g
    2 agosto, 2013 a las 1:30 PM

    Me pone triste y a la vez ilusionada con esto de las mudanzas, desde los 18 casi cada primavera tengo una así que ya me he acostumbrado a vivir con lo justo, ahora solo empaqueto discos duros, cuadros y libros, cojo mi perro, mis orquideas, mis tablas y a pintar nuevas paredes. En octubre tengo la siguiente, esta vez será especial.

    • 3 agosto, 2013 a las 10:39 PM

      Así es, señorita G, pero las mudanzas de una artista aventurera no son como las que cuento aquí, en las que lo que se traslada es una vida entera llena, como todas las vidas largas, de trastos; de «tesoritos de mierda» y de recuerdos de vida.
      Ya me contaras la de octubre.
      A propósito, tenemos porfías pendientes.
      Besos

  9. Corsario
    4 agosto, 2013 a las 12:39 AM

    Yo llevo haciendo infinidad de mudanzas desde los 20….de la casa al mar y del mar a la casa, es bueno no tener pereza en cambiar de cueva, creo que cambiar es creativo y los que no somos esclavos de nuestros tesoritos de m…, no sufrimos con ese tipo de nomadismo.

    G seguro que serás feliz en tu nueva cueva.

    Corsario

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