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LA MAQUINITA DE CAFÉ (cuento de -un regalo de- navidad)

 

Hoy, una entrada intranscendente.

 Aunque su origen es religioso, las fiestas de la navidad son más celebradas por su virtud de reunir a la familia y, en mayor medida, porque los miembros de la familia acostumbran a hacerse regalos entre ellos. Ya casi nadie va a la Misa de Gallo, la que se celebra a media noche entre el 24 y el 25. Los “belenes” tienen hoy un carácter más ornamental que religioso y el árbol de navidad tiene origen pagano. Como paganos eran los tres Reyes Magos que visitaron a Jesús en el pesebre.

 Así nos lo enseñaron cuando éramos chicos. Las navidades eran sinónimo de vacaciones y de juguetes. Nadie pensaba en rezar o en rendir culto al Dios cristiano sino, en todo caso, culto interesado al obispo Nicolás de Bari (Santa Claus) o a los tres reyes o magos paganos (the Three Wise Men). Por los regalos, más que nada.

Mi familia, la línea directa, es grande (en todos los sentidos). Entre las cuatro generaciones que convivimos, sumamos más de 60 presentes en este mundo y, con alguna excepción por la lejanía, nos reunimos en estas fechas casi todos. Hasta hace poco, la gestión de los regalos era una complicación. A todos queríamos todos regalar pero, como el crecimiento de la familia era tan rápido llegó un momento en que era financieramente imposible. Al reducirse, por fuerza, el número de “regalados”, se creaban situaciones comprometidas y caras largas. A esta incómoda situación vino a poner coto una cuñada mía muy guapa, muy lista y con un enorme sentido práctico: nos enseñó la mecánica del “amigo invisible”, mediante la cual cada uno hace sólo un regalo. Aquel, el que regala, es el “amigo invisible” del “regalado” puesto que éste desconoce la identidad de aquel. Además, sugirió que se pusiera un límite orientativo de valor (más bien de precio, pues conocida es la sentencia atribuida a Machado: “siempre fue cosa de necios confundir valor y precio”).

Esta idea de mi cuñada nos resolvió el problema familiar. Claro que, en una familia como la mía, es imposible mantener la “invisibilidad” del amigo. En mi caso por ejemplo, mi amigo invisible me llama por teléfono un par de días antes y me dice: “oye, Jaime, que yo soy tu amigo invisible y te he comprado libros, pero con ticket-regalo, para que los cambies”. Pero, aun sin previa confesión o cotilleo, es fácil saber quien te regala. Tan sólo basta observar a tu alrededor, mientras abres ceremoniosamente el paquetito. Habrá, entre todos, uno que te mira con mayor intensidad; ese es tu amigo.

En fin, que me enrollo y me pierdo. Hablaba de regalos.

Un hijo mío, a quien todavía quiero, me ha regalado una máquina de café, de esas de diseño moderno y con cápsulas de distintos tipos de café. No diré la marca, pero se que la anuncia George Cloney. Cualquier regalo es bienvenido, pero un regalo es estupendo cuando cumple estas tres condiciones:

–         Que tenga utilidad, sea ésta práctica –de uso– o estética –un cuadro, por ejemplo-.

–         Que sea razonablemente inesperado, es decir, que constituya algo parecido a una sorpresa.

–         Que sea algo que, en condiciones normales, no habrías comprado tú mismo.

Si solo cumple dos de las tres, seguirá siendo un regalo bueno, aunque no espléndido. Si solo una será, simplemente, un regalo; que ya es bastante. En cualquier caso, un libro (lo digo por mi “amigo invisible” y porque es verdad), es siempre un espléndido regalo. Pues bien, el regalo de mi hijo cumple las tres condiciones reseñadas: la sorpresa, la utilidad y el hecho de que jamás hubiera comprado yo la maquinita de café.

Aún no la he estrenado, pero ya la he “disfrutado”. Como en el caso del regalo del vespino a mi mujer (relatado en una entrada de 14 de abril “Un Ejemplo de Eficacia Administrativa”), ya ha generado alguna anécdota. Resulta que las cápsulas de café de esta maquinita solo pueden comprarse en las escasísimas tiendas del fabricante (pocas y sólo en grandes ciudades) o por Internet. Ayer noche, trato de informarme para comprar y me meto en la red, en la página correspondiente. Me sorprende leer los primeros comentarios de usuarios de este artilugio que, por la gracia y el cabreo que destilan, transcribo:

“Fué un regalo de cumpleaños….pero se ha convertido en una putada. Después de 3 meses de hacer la gilipollas, comprando el café carísimo, perdiendo tiempo para hacer el pedido, teniendo que ir a recoger el paquete…etc.etc. la he arrinconado en un armario de cara a la pared, castigada por ser un trasto inútil…he vuelto a mi antigua cafetera de rosca de toda la vida…. café barato que puedo comprar en cualquier tienda…a la hora que quiera, dónde quiera…y además es mucho más ecológico…en fin, vaya tomadura de pelo….lo único que vale la pena de …. es….el Cloney…ja,ja,ja….voy a hacerme un café de los de toda la vida…”

 “Siempre había rehusado de comprármela por lo cara que es y van y me la regalan…pero el colmo es lo caro que es el café…cada cápsula 30 céntimos!!!! 50 pelas de las de antes, ¿nos hemos vuelto locos? te dicen que sale más barato que el bar… sí, sí, los que toman café en el bar sí, pero los que lo tomamos en casa con nuestra exprés de toda la vida (la del brazo) pagas 100 veces más caro el café… Señores de … seamos serios, vaya robo de guante blanco han montado… Negocio redondo, redondo. Al menos tengan la consideración de no cobrar portes en los pedidos que han de hacerse por fuerza por INTERNET, no todos vivimos en ciertas grandes capitales…No la recomiendo a nadie, si alguien quiere una cafetera de 2ª mano…sólo ha hecho 130 cafés…lo juro…jajajaa…no cobraré portes…”

Los demás comentarios van en la misma sintonía.

Tras la lectura de estos comentarios, lo primero que se me ocurre pensar es que, con este sistema, la empresa fabricante se irá al garete tarde o temprano. No puede mantener el éxito un producto que genera tanta complicación para su uso. Craso error de apreciación; el ser humano es, esencialmente, masoquista (“persona que disfruta siendo maltratada y humillada”), al menos si ese masoquismo es transitorio o accesorio y resulta necesario para conseguir el disfrute final: el placer de tomar un buen café.

De modo que para evitar la compra por internet, siempre delicada, esta mañana he salido a comprar las cápsulitas de cafetito para la maquinita. La tienda, lujosísima, está en pleno barrio de Salamanca, en una calle amplia entre Serrano y Castellana. Casi tres cuartos de hora para llegar, con el tráfico madrileño de estos días. Tres vueltas a la manzana –diez minutos cada una– para tratar de aparcar; con las obras de nuestro querido alcalde los sitios son muy escasos. Finalmente encuentro un hueco, amplísimo, en una paralela a doscientos metros; hay un cartel de prohibido aparcar, pero de esos bastante indescifrables: “Excepto carga y descarga, vehículos autorizados y bajada y subida de viajeros: máximo 30 minutos”. No sabía si había que cumplir las tres condiciones o con sólo una de ellas bastaba. Tardé cinco minutos en verificar –presumir– que yo me hallaba, siendo muy optimista, en la última acepción; y otros cinco minutos en valorar el riesgo, ya que en el espacio libre cabrían como diez coches y me sorprendía sobremanera que no estuviera ocupado, excepto por dos vehículos con cartel de “autorizados”. Pero yo no conozco el desánimo y, mucho menos, la cobardía en estos asuntos de tráfico. Por otro lado no podía perder más tiempo y, desde luego, no quería volver a casa sin las dichosas capsulitas. Prometí a mi mujer que las traería y mi orgullo y mi compromiso están por encima de cualquier obstáculo.

De modo que dejo el coche y camino, con la cabeza bien alta y el corazón encogido –ayer me pusieron otra multa– hacia la tienda. Resultó ser de un lujo extraordinario –acorde con su ubicación– y amplísima. Y tamblién llena de gente. Una cola, para comprar las puñeteras cápsulas, que parecía de las de los cines de estreno de antaño. Me coloco tras el último, pensando en la antes dudosa, ahora segura, multa. La cola va lenta, lenta,… 

– «¿Caballeros, por favor, podrían trasladar la cola más pegada a la pared?», nos dice una señorita guapa –acorde con el local y con la ubicación– y vestida de negro-café. «Es que, estorban el paso hacia la exposición».

El señor que estaba detrás de mí protestó, si bien en voz queda –a tono con la elegancia del lugar y de su ubicación-: “Lo que tendrían que hacer es poner más sitios de venta o más gente atendiendo. No hay derecho a que tengamos que esperar una hora para comprar el café”. Todos nos adherimos a su comentario pues razón, la tenía toda. Pero, cobardes de nosotros, nos adherimos en pensamiento, no de palabra. No era cosa de romper, con comentarios no acordes con el tono del lugar y de su ubicación, el encanto de la espera.

El reloj seguía consumiendo minutos y yo avanzando poco a poco. La multa era, ya, segura. Finalmente, algo más de media hora desde mi entrada a la tienda, llega mi turno. Como soy nuevo en este producto, me informo, pues tienen como veinte clases diferentes de café. Me ofrece otra señorita guapa –acorde etc.- una “oferta” de doscientas cincuenta cápsulas variadas: “esto está muy bien, señor, si usted no lo conoce aún; tiene de todas las clases y sale muy económico”.Y, ¿cuál es el ahorro si compro este lote en lugar de sueltas?”, pregunto. “Ninguno, señor, pero le regalamos esa cajita de madera”.

Me las llevé sueltas, elegidas por mí y sin cajita de madera. Y volví hacia mi coche, orgulloso con el éxito, con casi cien euros menos y con el corazón encogido y la cabeza gacha, seguro de encontrar el familiar papelito con la multa.

El parabrisas del coche estaba limpio; ni un papel. Y el café estará, sin duda, espectacular.

 

Muchas gracias por tu regalo, hijo mío.

Nada que sea bueno es fácil en esta vida. Y, de verdad, el regalo me ha hecho mucha ilusión. Ardo en deseos de probar el café.

¿Qué otra canción pega a esta entrada que el blues BLACK COFFEE, de Peggy Lee? Como dice su letra, el café ayuda en la soledad y en el hastío….o, quizá, los alimenta.

 

I’m feelin’ mighty lonesome
Haven’t slept a wink
I walk the floor from nine to four
In between I drink
Black coffee
Love’s a hand-me-down brew
I’ll never know a Sunday
In this weekday room

I’m talkin to the shadow
One o’clock till four
And Lord, how slow the moments go
And all I do is pour
Black coffee
Since the blues caught my eye
I’m hangin’ out on Monday
My Sunday dreams to dry

Now man was born to go a lovin’
But was a woman born to weep and fret
And stay at home and tend her oven
And down her past regrets
In coffee and cigarettes

I’m moonin’ all the mornin’
Moanin’ all the night
And in between it’s nicotine
And not much heart to fight
Black coffee
Feelin’ low as the ground
It’s drivin’ me crazy
This thinkin’ ‘bout my baby
Might maybe come around
Come around

 

  1. olonam
    28 diciembre, 2010 a las 5:45 PM

    Tu amigo invisible es un indiscreto pero por lo menos te dio la oportunidad de tener tu libro preferido vía canje.
    En you tube hay unos vídeos muy frikies de como rellenar las cápsulas de cafe

    • 28 diciembre, 2010 a las 10:24 PM

      Hola Etelonam.
      Pues si, ya estoy leyendo parte de tu regalo. muy bueno.
      Y te pediré consejo para lo de las cápsulas.
      Abrazos

  2. Lolita
    28 diciembre, 2010 a las 6:15 PM

    Hola Jaime:

    ¡Qué risa tu entrada!El otro día paseaba por mi ciudad y le dije a mi Santo novio (porque es Santo, en líneas generales, hasta que se demuestre lo contrario): «¿Qué hace ese tumulto de gente en ese sitio nuevo?».La respuesta era: comprando café, en una de esas tiendas donde venden capsulitas para «tu máquina».La cola era inmensa, por lo que pensé exactamente lo mismo que cuando tuve que ir a comprarle a mi sobrina un reloj como el de «la Carbonero» (más feo que pegarle a un padre y de los que se llevaban en los ochenta.De haber buscado por mi casa, bueno, la de mis padres, seguro que encontraba alguno de mis hermanas de cuando eran quinceañeras): «¡Cómo nos comen el coco!».Pero hay que reconocer, que lo desconocido nos llama la atención.

    Gracias a Dios, yo no tendré que hacer cola, el café me pone más nerviosa que al camarero del viejo chiste «de los tres cafés».

    Si hablamos de regalos navideños, a mi me hacen un «regalo resumen», es decir, me regalan por mi Santo, por mi cumpleaños, por el día 24 y por Reyes. Un regalo para todo…Deducireis que «estoy en desventaja» por tener todos «mis días importantes» concentrados en dos semanas.

    Y respecto a las multas del Ayuntamiento de Madrid en esos sitios de los que hablas, sé lo que se siente.Son rápidos eeeh!!!A nosotros nos pasó descargando maletas en la calle Zurbano.

    Un abrazo enorme.

    • 28 diciembre, 2010 a las 10:31 PM

      Hola Lolita.
      Veo que también hay masoquistas en tu ciudad.
      ¡Cuatro regalos en uno! Esta bien si se acumulan. Si no, vaya mala pata, con lo entretenido que es recibir regalos.
      Bueno, niña, muchas gracias por tu comentario tan simpático. Besos para ti y abrazos para el Santo.
      Y feliz año.

      • Lolita
        30 diciembre, 2010 a las 10:11 PM

        ¡¡Feliz año, Jaime!!¡¡Feliz año, a todos los demás (Cósimo, Fabrizio,Jesús, Corsario,Sarah, etc…)!!

        Por cierto, llevo incrustada en el cerebro una canción (actual) que me encanta y que me vino a la cabeza tras leer a «S. Guadiana» tan solo por la «S» de Sarah.Llevo canturreándola un día entero.

        Así que, aquí la dejo, compañera:

        http://www.goear.com/listen/502c50b/sara-revolver

        Un abrazo a todos.

      • Lolita
        30 diciembre, 2010 a las 10:56 PM

        ¡¡¡Ah!!!Jaime, para que despidas el año con tu chica:

        http://www.goear.com/listen/1e912be/tu-noche-y-la-mia-revolver

        (Si no suena, actualiza)

        Un abrazo.

      • 31 diciembre, 2010 a las 12:34 AM

        Ahhhhh!, muchas gracias Lolita.
        ¿Quien te ha «soplado» que mañana, por primera vez en mi vida, despediré el año «tête a tête» com mi chica?
        Aprovecho tu despedida del año con música y, para todos, dejo un canto a la amistad: la canción de Serrat Las Malas Compañías. Escuchad la letra hasta el final.
        «Mis amigos son unos malechores, convictos de atrapar sueños al vuelo»….
        «Mis amigos son gente cumplidora, que acuden cuando saben que yo espero»…
        Feliz noche

  3. vicente
    29 diciembre, 2010 a las 12:21 PM

    Hola Jaime,

    Me ha encantado este escrito tuyo…pero al ser la primera vez que entro en tu blog, me pregunto ¿que tiene de sentido comun, comprar cafe de esa manera?. Abrazos y gracias por el delicioso rato de lectura que me has dado esta mañana.

    • 29 diciembre, 2010 a las 9:10 PM

      Hola Vicente
      Muchas gracias por entrar y comentar. Me alegro que te haya entretenido.
      Que mi blog se llame SENTIDO COMUN, no quiere decir que todo lo que comente lo tenga.
      Ni tampoco que mis opiniones gocen de tal virtud.
      En esta entrada, por ejemplo, no hago mas que relatar un «sucedido» sin siquiera expresar opinión. La cafetera es (aun no la he estrenado) monisima y seguro que hace buen café.
      Y tomar un buen café requiere cierto esfuerzo.
      Un abrazo fuerte.

  4. Sarah
    30 diciembre, 2010 a las 12:20 AM

    Hola Jaime

    Que bueno el relato, me he reído tanto como con el del vespino.

    Me alegro de que sigas queriendo a tu hijo. Este tipo de regalos hace que recuerdes a la persona que te lo regaló y tú lo harás «doblemente», al disfrutar un estupendo café y cada vez que vayas a comprar las capsulitas…..

    ¡¡¡¡¡Y esto lo consiguen pocos regalos!!!

    Feliz año y felices cafés

    • 30 diciembre, 2010 a las 4:34 PM

      Hola Guadiana
      Acabo de tomar mi primer café: espléndido. Si algún día nos conocemos tendré mucho gusto en invitarte.
      Bebe mañana una copa de champagne, o de cava, a mi salud y tendrás un año de felicidad.
      Besos

      • Sarah
        30 diciembre, 2010 a las 9:18 PM

        Por supuesto que lo haré. Me tomaré esa copa a tu salud. ¡¡Un año de felicidad!!.

        Espero que tú no tomes una por cada uno de nosotros, no sé cuantos años serían de felicidad pero la resaca de dimensiones bíblicas, lo recordarías durante años.

        Besos y

        FELIZ SALIDA Y ENTRADA DE AÑO

        S. Guadiana

      • 30 diciembre, 2010 a las 9:30 PM

        Gracias Guadiana
        Dentro de poco, al menos a efectos de este blog, la «S» se irá sumergiendo poco a poco ante la crecida de Guadiana, hasta desaparecer…
        A propósito ¿eres tu Guadiana 1?; quizá sea una coincidencia.
        Dijo Confucio (o Tagore, ya no me acuerdo) «Si quieres ser feliz un día, emborráchate; si quieres ser feliz un año, cásate; pero si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero».
        De modo que una borrachera, incluso una gran borrachera, sólo te da un día de felicidad. «L’importante c’est la rose»
        Abrazos

  5. Cosimo Piovasco Di Rondò
    30 diciembre, 2010 a las 12:54 PM

    Es increible lo de las maquinitas de café, al parecer Nexpresso se ha colocado en poco tiempo como una de las marcas de más valor o que la gente identifica como más «cool», junto con Apple, Blackberry, Twitter, etc… Supongo que el dineral que se han gastado en publicidad con el George Cluny tendrá retorno.

    Tu cuñada es una joya, «oyes».

    Y con eso del amigo invisible tuve a cierta persona durante tres días tratando de resolver el enigma que le plantee: ¿como organizar un amigo invisible si los participantes son impares?

    Un abrazo y te deseo muchas «entradas» al blog para el 2011, para seguir debatiendo, o, como dicen en el teatro cuando se estrena una obra: «te deso mucha mierda», que al parecer tiene su origen en las cagadas que dejaban a la entrada del teatro los caballos que tiraban de los «coches»: cuanta más gente, más caballos y cuantos más caballos más mierda. Otros dicen que el dicho viene de la basura que dejaban los espectadores en las butacas. Ahora en el cine pasa lo mismo con las palomitas todas por el suelo. En todo caso, te deseo lo mejor para ti y para tu blog en el 2011.

    • 30 diciembre, 2010 a las 3:20 PM

      Gracias por tus buenos deseos, Baron.
      En el cine están las «palomitas» y los «halcones». Hay buen cine, desde luego, aunque no como el de antes, pero hay, como en la literatura, ya sabes, mucha cutrez.
      Lo del amigo invisible impar, no se como se hace, pero si pones a todos los papelitos con sus nombres en circulo, al azar, y cada uno regala al de su derecha ¿no se resuelve?
      En fin, Cosimo, te invitare a café.
      Un fuerte abrazo y que seáis felices.

  6. Sarah
    31 diciembre, 2010 a las 4:27 PM

    Hola Lolita, ¡¡¡Feliz Año Nuevo¡¡¡.

    Gracias por el tema de «Sara», no lo conocía. Prefiero no comparar «improntas» entre esa Sara y esta Sarah.

    Jaime, no es coincidencia, soy esa Guadiana 1, es que me metí donde nadie me llamaba y resultó que Guadiana ya existía pero yo seguí adelante y ahí quedó Guadiana 1.
    No, no quiero que Sarah desaparezca, espero que tengan una larga vida juntas Sarah y Guadiana.

    Feliz año a todos

    Besos, uno especialmente para ti, compañera.
    Sarah Guadiana

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