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SOYLENT GREEN

 

«Una de las funciones más nobles de la razón consiste en saber si es o no, tiempo de irse de este mundo».
Marco Aurelio, Libro III.

El título de esta entrada tiene que ver solo tangencialmente con su contenido. Hace unos días aludía a la muerte, deseada y pactada, de un matrimonio que perdió a su hijo diez años atrás y que no se sentían capaces de seguir viviendo. Una cosa es el suicidio, cualquiera que sea la razón que lo impulsa y otra es la muerte, provocada por otros, cuando la víctima no puede mantener una vida consciente o es tal el deterioro físico que vivir supone un verdadero suplicio. Hablamos entonces de eutanasia, de muerte asistida o de “muerte digna”.

Me tengo que ayudar de fuentes ajenas para no errar en el significado de cada concepto.

Etimológicamente, la palabra eutanasia proviene de los conceptos griegos eu y thanatos, que significan ‘bien’ y ‘morir’, respectivamente, es decir, se refiere a la idea del buen morir. Sin embargo, su sentido actual se relaciona con el hecho de otorgar una muerte sin sufrimiento a quien padece de dolor. La eutanasia puede ser activa o pasiva, según la muerte sea provocada por acción de medicamento o lo sea por omisión de tratamiento. Puede ser también voluntaria o involuntaria, en función de si hay consentimiento del paciente o no lo hay (se entiende que nunca se practica “contra” su voluntad, sino «sin» ella)

Por su parte, los diccionarios médicos definen la muerte asistida como aquella forma de eutanasia en la cual una persona ayuda a otra a conseguir su objetivo de morir prematuramente, ya sea mediante asesoramiento o proporcionándole un veneno u otro instrumento mortal.

Finalmente, el significado de ‘muerte digna’ alude al acto de proporcionar asistencia paliativa al enfermo terminal y apoyo espiritual y emocional. De contrario, se entiende por “muerte indigna” aquella que prolonga de manera inmisericorde la vida por medios artificiales, vida que se escapa lentamente y con dolor para el enfermo y para su entorno familiar.

Los tres conceptos tienen tantos elementos en común que pueden subsumirse en el general de la eutanasia.

No es un debate pacífico el de la eutanasia. Quienes defienden el derecho individual a la terminación de la propia vida se enfrentan a los que, de manera más radical en mi opinión, consideran la vida como un valor sagrado e inviolable por otro derecho individual. No entraré en debate con quienes tienen mucha más autoridad que yo para hablar de estos asuntos. Tan sólo diré que soy partidario de una regulación permisiva aunque, naturalmente, con todas las garantías para proteger otros derechos y permitiendo la objeción de conciencia.

Y tampoco es debate nuevo. En la Grecia antigua se consideraba que la mala vida no era digna de ser vivida, por lo que la práctica de la eutanasia se permitía. Sin embargo, esta visión cambió totalmente durante la Edad Media. En este período, cualquier acción que pudiera atentar contra la vida de las personas era repudiada, incluyendo el suicidio. Extraigo, de la fuente que cito, un hermoso texto sobre la muerte de Sócrates.

“La muerte de Sócrates, tal como la describe Platón en Faidón y Alain de Botton en Las consolaciones de la Filosofía, es él más precioso ejemplo de muerte con dignidad. El filósofo Sócrates, modelo de templanza y de moralidad, poco antes de emprender el viaje sin retorno creyó prudente ir a bañarse para evitar con ello que las mujeres, como era costumbre, tuvieran, luego de muerto, que lavar su cadáver. Una vez limpio bebió el veneno hasta la última gota y cuando sintió sus piernas ya pesadas, se acostó dignamente sobre sus espaldas sin quejarse ni mostrando sufrimiento alguno, sino al contrario, ya que él era la persona más optimista que se encontraba en ese lugar; toda la demás gente sufría al saber que Sócrates iba a morir. Con esto despertó la admiración de cuantos lo rodeaban.” (Monografías, findel84)

Posiblemente, el país más avanzado en la práctica de la eutanasia sea Suiza, destino escogido por quienes quieren morir, que permite la eutanasia con cierta flexibilidad. Aunque la crisis que ha surgido tras el reciente hallazgo de unas 300 urnas con restos humanos en el fondo de un lago, ha reabierto el debate. Se trataba de los restos de un «suicidio colectivo inducido» en la famosa Clínica Dignitas.

En nuestro país, la legislación española ha comenzado a reconocer derechos relacionados con la eutanasia. A primeros de este año, el Parlamento de Andalucía aprobaba por unanimidad la Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de la Muerte, más conocida como Ley de Muerte Digna. Es la primera de estas características que se aplicará en territorio español, aunque los llamados ‘testamentos vitales’ ya están regulados en todas las autonomías, con muchos contenidos similares a la norma andaluza. Por el momento, ninguna otra autonomía ha expresado su disposición a tramitar un texto similar, y desde el Gobierno se sostiene que tampoco se va impulsar una ley nacional con este contenido.

El Testamento Vital (o declaración de voluntades anticipadas) es la manifestación escrita de una persona capaz que, actuando libremente, expresa las instrucciones que deben tenerse en cuenta acerca de la asistencia sanitaria que desea recibir en situaciones que le impidan comunicar personalmente su voluntad, o sobre el destino de su cuerpo o sus órganos una vez producido el fallecimiento. La ley andaluza y el testamento vital son dos buenos comienzos que espero fructifiquen en una mayor aceptación social y una más evolucionada legislación nacional que reconozca el derecho a terminar con la propia vida cuando esta resulta indigna o cuando lo poco que queda de ella resulta extremadamente triste y doloroso.

Y, volviendo al inicio de esta entrada, todo esto me ha venido a la cabeza leyendo algo sobre una película que vi de joven y que me causó impresión: Soylent Green. La dirigió Richard Fleischer en 1973 y es de corte “orweliano”, de drama futurista. Charlton Heston y Edward G. Robinson dan vida a los protagonistas

Soylent Green narra la vida en una futura ciudad de Nueva York, habitada por más de 40.000.000 de habitantes, radical y físicamente separada entre una minoría que vive cómodamente y una mayoría hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas y dos variedades de un producto comestible, soylent rojo y soylent amarillo que son la única fuente de alimentación de la mayor parte de la población. En el filme, la carestía generalizada es el resultado del agotamiento de recursos naturales, la degradación ambiental extrema y la sobrepoblación. No obstante, a pesar del ambiente desolador, sobrevive una pequeña élite que mantiene el control político y económico y puede acceder a ciertos lujos como verduras y trozos de carne.

El filme evoluciona a través de una trama de asesinato, en la que se ve involucrada la compañía Soylent, fabricante de “el alimento único”.

Sol Roth (Edward G. Robinson) decide suicidarse en un sitio llamado El Hogar, el cual recrea el mundo como era en su época de juventud mientras muere y sólo acierta a decir a Thorn (Charlton Heston) que siga su cuerpo como pista antes de desaparecer. El seguimiento de su cadáver ofrece a Thorn  el destino real de todos los cuerpos, que no es otro que acabar procesados en Soylent verde (Soylent Green) para ser parte de dicho preparado alimenticio.

Es el reciclaje perfecto. La población vive gracias al alimento que se produce con los cuerpos de quienes han decidido dejar de vivir.

Siento haber traido hoy, en pleno agosto vacacional, este asunto, pero la imaginación está torpe y las fuentes externas escasean. En compensación, la música que traigo, SWING LOW, SWEET CHARRIOT, es evangélica, cristiana. Música gospel (de GodSpell, que en castellano se traduce como «Dios anuncia»). Quien tiene la desgracia de morir vuela en el dulce carro hacia el hogar, hacia la Casa de Dios. El infierno no existe.

Agunos piensan que la canción tiene también origen «folk». Desde luego, entre los cientos de versiones, hay country, folk y gospel singers. Dejo tres versiones: una de Johnny Cash (country) otra de (cómo no) Pete Seeger y la tercera -que no me gusta mucho- de Joan Baez. Quería poner una de gospel, pero las «puras» son todas muy antiguas.

Y también os dejo un «trayler» de Soylent Green.

En la dedicatoria de un libro que acabo de terminar se reproducen unos versos del poeta Teodor Spenser:

Sleep after toyle,
port after stormie sea,
Ease after warre,
death after life,
does greatly please
.

Tras el trabajo, el sueño
El puerto tras los mares procelosos,
La calma tras la guerra,
La muerte tras la vida,
Placen mucho

Son los mismos versos que adornan la lápida de la tumba de Joseph Conrad.


SWING LOW, SWEET CHARRIOT
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home

I looked over Jordan, and what did I see
Coming for to carry me home
A band of angels coming after me
Coming for to carry me home

Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home

If you get there before I do
Coming for to carry me home
Tell all my friends I’m coming, too
Coming for to carry me home

Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home

I’m sometimes up and sometimes down
Coming for to carry me home
But still my soul feels heavenly bound
Coming for to carry me home

Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
The brightest day that I can say
Coming for to carry me home
When Jesus washed my sins away
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home
Swing low, sweet chariot
Coming for to carry me home

If I get there before you do
Coming for to carry me home
I’ll cut a hole and pull you through
Coming for to carry me home

  1. MANOLO
    8 agosto, 2010 a las 11:52 AM

    Muy bueno bolete, lo has nikelado

    • 8 agosto, 2010 a las 7:59 PM

      Muchas gracias Manolín.

  2. 8 agosto, 2010 a las 3:53 PM

    Efectivamente el debate sobre la “Eutanasia”, en las diferentes gradaciones que recoges en tu escrito, es de los más difíciles que puedan existir.
    Frente a lo que pudiera pensarse, los sectores en teoría más “resistentes” en la materia, y muy concretamente la Iglesia Católica mantiene una posición bastante flexible al respecto, que se explica en su documento “Declaración sobre la Eutanasia” de la “Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe” de 5 de mayo de 1980, que afirma que “Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a unos tratamientos que procurarían únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia.”
    En cualquier caso, el establecimiento de una regulación legal de esta materia genera una enorme desconfianza en amplios sectores de la sociedad, pues lo cierto es que la intención de algunos sectores de la izquierda radical más “progresistas dogmáticos e intolerantes” lo que realmente pretenden con la implantación de una norma, es abrir el camino a la “Eugenesia” “facilitando una “muerte digna” no solo a los enfermos terminales, sino a los ancianos, a los deficientes físicos o psíquicos, etc…
    Ahí está el caso de las “sedaciones terminales” del famoso doctor Montes en el Hospital severo Ochoa.
    En cuanto al país más permisivo en la materia creo desconozco el sistema vigente en Suiza, pero es paradigmático el sistema vigente en Holanda (as usual)
    En 2002, Holanda procedió a la total despenalización de la eutanasia practicada por los médicos, llegándose más allá incluso de lo que en principio y conforme a consideraciones morales, constituye una “muerte digna” y estableciéndose la posibilidad de aplicar la eutanasia incluso a niños con el solo consentimiento de sus padres o tutores, siempre que se den los “requisitos” establecidos en la Ley, a saber:

    1º.- Que exista una petición del paciente insistente, lúcida y, de ser posible, puesta por escrito.
    2º.- El médico debe evaluar el dolor y el sufrimiento del paciente, para decidir si justifican, por ser insoportable, la anticipación de la muerte.
    3º.- El médico debe de haber llegado al convencimiento junto con el paciente que en la situación en que se encuentra no existe otra solución razonable.
    4º.- El médico debe de haber consultado al menos con otro médico independiente que también haya visto al paciente y haya emitido un dictamen sobre los requisitos mencionados en los puntos anteriores.

    Sin embargo no podemos obviar que el niño no es capaz de valorar o definir como insoportable su sufrimiento. Quien habrá de valorarlo, según las normas holandesas, será el médico; y los que consienten y deciden la muerte son los parientes
    Al final se está cayendo en un darwinismo social, que pretende facilitar la eliminación de los seres humanos marcados por el sufrimiento o por defectos físicos o psíquicos, «para anestesiar» a la sociedad entera.

    En efecto, Darwin ya en 1871 , en su obra “La descendencia del Hombre y la selección sexual” consideraba un obstáculo para la evolución humana la construcción de manicomios y hospitales, así como la elaboración de leyes para sostener a los indigentes, porque estas medidas de la sociedad impedirían o retrasarían la deseable eliminación natural de los individuos defectuosos.

    Por esto algunos comentaristas, no solo religiosos, sino incluso laicos, refiriéndose a este último desarrollo de la ley holandesa sobre la eutanasia, han hablado de «eugenismo darwiniano solapado».

    Y no deberíamos olvidar que la eugenesia, aunque las corrientes filosóficas de la izquierda contemporánea, sobre todo la representada por el filósofo alemán y Director del Departamento de Filosofía de la universidad de Karlsruhe, Peter Sloterdijk, la presente como una:

    “Teoría propia de la izquierda progresista aplicada al terreno de la genética y concebida como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada la próxima generación”

    no deja de ser, en realidad, una práctica odiosa consistente en seleccionar a los individuos más aptos, más favorables para garantizar una adecuada evolución de la especie en el futuro, en detrimento de los menos aptos o menos favorables para aquella finalidad.

    Lo que en la práctica supondría, llevada la eugenesia a su máxima expresión: la eliminación, o al menos la exclusión de los procesos reproductivos, incluso del disfrute de la vida, de los seres humanos “defectuosos” o “no deseados” en el proyecto genético del futuro, que inevitablemente habría de ser definido por alguien, y me temo que ese alguien no habría de ser otro que la mayoría política dominante en cada momento en la sociedad. Nazismo puro.

    Ello abriría un panorama, cuando menos, aterrador: dejar en manos de las mayorías políticas, grupos de expertos, comisiones políticas, sociales o científicas, o “comités éticos”, en definitiva en manos de “grupos de hombres” con la consecuente subjetividad y falibilidad de sus criterios, la definición de quienes, entre sus semejantes, tengan la consideración de seres humanos “defectuosos” o “no deseados” en el proyecto genético del futuro.

    En definitiva de privar de la contemplación del arco iris a aquellos cuya herencia genética no sea acorde con los patrones establecidos, o con el objetivo prefijado para la evolución de la humanidad por quienes, desde la mera mayoría numérica, se proclamen garantes de la “sociedad deseada”.

    • 8 agosto, 2010 a las 8:29 PM

      Caray Jesús
      Yo sabía que te iba a motivar esta entrada, pero ¡caray con tu comentario!
      En fin, siempre se aprende leyéndote.
      Yo no creo que la posición de la iglesia sea flexible; no es, en mi opinión, suficiente que acepte como «lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a determinados tratamientos». Por otro lado, me sorprende que no haya evolucionado desde esta declaración de 1980 (treinta años en esta vertiginosa evolución social son muchos).
      Y sí estoy de acuerdo que es muy complicado elaborar una regulación que respete lo fundamental de las distintas corrientes ideológicas y religiosas, pero habrá que hacerlo, porque el asunto está en el día a día y, de hecho, la muerte digna es práctica habitual en hospitales.
      No he hablado de eugenesia en mi entrada porque bastante atrevimiento hay con meterme en lo que me he metido. Pero, por supuesto, rechazo cualquier corriente que trate de incorporar la eugenesia a este debate si su intención es practicarla como en Esparta, arrojando a los niñós débiles (a juicio del Consejo de ancianos) por el barranco del monte Taigeto, e incluso a la manera que describía Aldous Huxley en Un Mundo Feliz (Brave New World), con las cinco castas de Alfa a Epsilon.
      Lo que pasa es que no creo que haya grupos radicales que lo pretendan, o al menos serán muy minoritarios. Es cualquier caso hay que excluirles del debate, igual que a los grupos de resistencia a cualquier cambio.
      En fin, Jesús, me siento abrumado por tu cultura y conocimiento en estos asuntos. Solamente añado que existe un problema a resolver; que como en todas las situaciones de la vida, hay que eliminar (no fisicamente, sino del debate) a los extremos; y que hay que utilizar Sentido Común, mucho sentido común,…….y algo de música.

  3. 8 agosto, 2010 a las 9:52 PM

    Querido Jaime, sobre todo música. No pretendía abrumar a nadie, sino poner de manifiesto cual es el peligro, a mi entender real, que se presenta tras la eutanasia, incluso considerada con el más abierto de los espíritus, en relación con la muerte digna.
    Y por cierto esos radicales los hay. El Dr Montes y todos los que le ampararon, sanitarios y políticos, en sus sedaciones terminales, sin consentimiento de las familias, respondía a una finalidad económica – política expresamente manifestada de liberar de la carga de los incurables al sistema sanitario. De ahí a la eugenesia, como dicen en mi tierra un «pasín» de na…

    • 11 agosto, 2010 a las 11:43 AM

      Perdonadme. He estado muy ocupado en no hacer casi nada util, tan sólo disfrutar; y eso quita mucho tiempo.
      Bueno Jesús, como en muchas cosas, discrepamos. No considero radicales a quienes tu si. Y tampoco creo que lo de Montes haya sido impulsado por un movimiento radical político-económico orquestado.
      Y cualquier avance social tiene peligro si no se afronta con inteligencia. Pero te doy la razón en que pocas cosas se afrontan con inteligencia; el principal motor de la acción política es medrar.

  4. Tano
    9 agosto, 2010 a las 7:05 PM

    Lo que yo no entiendo es por qué la iglesia el estado (incluso la medicina!) se empeñan en reglamentar/penar algo que pertenece a la esfera más íntima de decisión personal. Enfermo o sano, deprimido o divertido, optimista o asqueado, la vida es propiedad exclusiva de quien la vive.

    Jesus, padre, el esfuerzo es vacuo; os lo demuestran cada día los suicidas (no patosos). El problema -como yo lo veo – es solo técnico; cuando necesitas que otros te ayuden. Incluso en el peor de los casos se me ocurren muchas soluciones sin tener que molestar a nadie, (incluyendo al estado, a la iglesia, a la medicina).
    un abrazo

    • 11 agosto, 2010 a las 11:46 AM

      OK, Tano, pero supongo que te refieres solo al derecho de uno a su propia vida, no a la de los demás. Si no se regulara la eutanasia, llegaríamos a casos como el de: «…Si, al final tuve que rematarla, porque el resfriado aquel no se le iba de ninguna manera y le hacía la vida imposible». Se refería a su mujer.

  5. Belén
    10 agosto, 2010 a las 8:09 AM

    Es cierto lo que dices, Tano, pero a esta cuestión yo le veo el mismo peligro que a la investigación sobre el genoma (en relación a la selección genética a la que aludía Jesús).

    ¿Hasta qué punto es capaz el hombre de ser «honesto»?¿Seríamos capaces de saltar la linea divisoria?

    Tú lo ves desde el «punto de vista respetuoso de la vida», pero no todo el mundo es «tan civilizado» y tiene tantos escrúpulos.

    Un abrazo a todos.

    • 11 agosto, 2010 a las 11:53 AM

      Hola Belén, te hacía de vacaciones informáticas.
      Yo creo que el hombre es capaz de saltar esa linea divisoria continuamente. El tiempo, cuando estamos dentro de él, pasa muy lento y los avances no se perciben. Pero fíjate lo rápido que se ven los avances -los que fueron- cuando el tiempo fue de otros. Igual que verán los de hoy nuestros tataranietos. Todos clonaditos para que sean tan guapos listos e inteligentes como el que más. Y, los que salgan ranas, al barranco del monte Taigeto.
      Como tu dices, es broma!!

  6. chiky
    10 agosto, 2010 a las 11:15 AM

    Como no podía ser menos, yo comparto la opinión de que cada uno pueda salir de «aquí» cuando esté harto.

    Me gusta la forma en que lo hizo Socrates, sin molestar a nadie, yo también escogería el agua, pero la mar salada, una cala tranquila de aguas turquesas y carnaza para los escualos ¡¡

    Tengo curiosidad por saber la opinión de Aldous Huxley, seguro que dijo algo interesante al respecto.

    Take it easy folks, es verano ¡¡¡

    Chiky

    • 11 agosto, 2010 a las 11:05 PM

      John, el salvaje, se suicidó al ver como era el mundo que él no conocía. Pero, aparte de esto, no se lo que pensaba AH del suicido o de la eutanasia.
      Estoy de acuerdo en que cada uno es dueño de hacer de su vida lo que quiera, incluso quitársela si le compensa más no estar que estar sufriendo.
      Lo que pasa es que todos nos debemos un poco a los demás. Estamos continuamente adquiriendo deudas afectivas y creando necesidad de nosotros en los demás (al menos, aveces creemos eso). Incluso para quitarte la vida tienes que ser leal a tus deudores «afectivos» y a quienes de ti, de una u otra manera, dependan. No se es nunca del todo libre para hacer casi nada.
      Lo que si es cierto es que es verano. A ver si hago una entrada menos dramática.
      Abrazos

  7. Belén
    10 agosto, 2010 a las 12:04 PM

    Esa muerte en aguas tranquilas me ha recordado al cuadro de Millais (Ofelia) y al poema de Rimbaud.

    «…En las aguas profundas que acunan las estrellas,
    blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
    flota tan lentamente, recostada en sus velos…
    cuando tocan a muerte en el bosque lejano…»

    Un abrazo.

  8. 10 agosto, 2010 a las 3:30 PM

    Yo, que no soy pater, no entro en cuestiones como el suicidio, allá cada uno con su vida y sus creencias; Sobre lo que alerto es sobre la «regulación legal» del derecho a la muerte digna y los peligros de extralimitación o inclinacion a la eugenesia que tras esas normas pudiera esconderse. La vida es de cada uno y seguir o no viviendo es cuestion que atañe a la conciencia individual del sujeto, pero no me apetece que un grupo formado por médicos, enfermeros, asistentes sociales y ciudadanos bienintencionados decidan por mi, en un momento determinado, si debo o no morir, si me dan una oportunidad o si me condenan irremediablemente a la muerte sin contar con mi voluntad. O que eso se extienda a los seres humanos «imperfectos» o no deseados en el proyecto genetico de una coyuntural mayoría social. En cualquier caso, lo peor es que el suicidio “asistido” ante el «sufrimiento» del enfermo (o de su entorno) fácilmente degenera en suicidio incitado, alentado y hasta sutilmente impuesto. Es lo que tiene que se imponga la cultura de «la muerte» como solución, tanto al pricipio como al final de la vida, frente a una cultura de la «vida» que, en nuestra sociedad, cada vez tiene menos valor.

    • 11 agosto, 2010 a las 11:20 PM

      Pues qué quieres que te diga, Jesús; que estoy de acurdo en lo que dices.
      Yo tampoco quiero que usurpen mi voluntad ni la de nadie, y menos para disponer de mi vida. Ni tampoco que se elimine a los imperfectos o a los no deseados.
      Pero el problema existe y hay que regularlo; como he dicho antes, eliminando del debate a los extremistas de uno u otro lado.
      Y estoy de acuerdo en que la regulación debe hacerse sobre la base del reconocimiento del derecho sobre la vida de uno mismo, no sobre la vida de los demás.
      Abrazos

  9. chiky
    10 agosto, 2010 a las 6:02 PM

    Bonito el poema de Rimbaud, L’enfant Terrible de la generación de poetas malditos y uno de mis preferidos.

    Saluti

    Chiky

    • 11 agosto, 2010 a las 11:12 PM

      Leed este de Edward Padilla: Suicidio bajo el mar.
      Y basta de cosas tristes….

      Misterioso mar
      voy a sumergirme en tí
      envuélveme con tus infinitos brazos
      no me desampares

      no pido fundirme contigo
      no soy tan pretencioso
      solo quiero habitarte
      flotar, moverme lentamente
      ahogar recuerdos
      soledades, olvidos, deseos

      me pregunto
      quién ha plantado estos árboles de colores
      y advierte a los peces que el hombre es asesino
      quién dirige tu marea
      quién te ha pintado de azul

      no me salgas con historias de dioses
      tú eres mucho mas que eso

      observo, me desplazo
      torpemente, abstraído
      todo resplandece
      mis pulmones me advierten

      que no pertenezco a este lugar
      que estoy condenado a ser hombre
      a mirar desde la orilla
      con lágrimas en mis ojos
      y en mi alma

      no resisto más
      mi cuerpo grita, quiere salir
      y un desfile de peces dorados se roba mi atención

      estrellas de mar
      una sirena, me pregunto si es real
      no me importa
      quiero que cante para mí

      voy tras ella
      y una hilera de sangre brota de mi boca
      cual si fuera humo

      las fuerzas me abandonan
      un delfín juguetea sobre mí
      y me habla de tesoros, de bucaneros
      de sus amores e ilusiones
      y luego, como quien nada teme
      se marcha a la superficie

      ya no distingo el tiempo
      mis ojos son cristales áureos
      veo mis brazos como trazos inconclusos
      todo se deforma
      la visión es surrealista y hermosa

      ya no quiero salir
      quiero deshacerme
      convertirme en alimento
      redimirme

      que me aprisionen estos brazos infinitos
      hasta siempre

  10. Cosimo Piovasco di Rondó
    14 agosto, 2010 a las 10:21 AM

    Hace un par de días me decía Javier, un amigo que lleva viendo agonizar a su padre desde hace cuatro meses: “Cósimo, yo no sabía que morir costaba tanto”. En este mundo al que nadie nos pide permiso para traernos, bien está que tengamos derecho a morir dignamente, es parte de la libertad individual. Con todas las garantías, por supuesto. Aceptemos primero el principio y debatamos sobre las garantías después. Mi amigo tiene suerte, porque su padre tiene hijos para recibir cariño y medios para estar atendido. Cuántos no lo tienen y mueren peor que perros apaleados.

    • 14 agosto, 2010 a las 4:13 PM

      Estoy de acuerdo con la idea. No hay que tener miedo de a dónde se pueda llegar. Tiempo habrá de parar, pero si no se da el primer paso nunca se llega a ningún sitio.
      Tenía yo un querido amigo (a quien tu, Cosimo, conocías) que decía exactamente lo mismo. Hay personas que no pueden decirlo y ni siquiera pensarlo, porque ya no pueden decir ni pensar.
      No vi la película «Mar Adentro», sobre el caso de Ramón Sampedro, pero de algún sitio extraje esta frase de esa película:
      «Hay un valor superior a la propia vida; y es poder vivirla con la suficiente dignidad».
      Abrazos

  1. 28 febrero, 2012 a las 8:05 PM

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