Archivo

Posts Tagged ‘POLITICA SIGLO XIX’

DUELO ENTRE PRESIDENTES

19 marzo, 2013 10 comentarios

conspiracion real

A estas alturas y con tantos duelos leídos, algunos de ellos aquí relatados, debería estar ya curado de sorpresas. Porque malo es que combatan en duelo generales, diputados, almirantes, periodistas, poetas…muchos de ellos, además, amigos entre sí. Pero lo de los dos protagonistas de hoy es, créanme, increíble.

No fue el duelo en sí, que por fortuna no trajo sangre, lo importante. Ni tampoco lo fueron sus motivos, pues ya nos tienen acostumbrados estos duelistas a la futilidad de sus razones. Contaré detalles sobre ambos, duelo y motivos, pero me centraré sobre todo en lo más relevante: la personalidad de sus protagonistas.

Porque, asómbrense conmigo, ambos fueron, Presidentes del Gobierno de España. Uno, cuando el duelo tuvo lugar; el otro, al suceder a aquel unos meses después.

 ¿Pueden imaginar ustedes que el Sr. Zapatero y su sucesor, el Sr. Rajoy, se hubieran batido en duelo a pistola poco antes de las elecciones generales de marzo de 2004?

Cierto es que, en aquella época, el que no era Presidente del Consejo de Ministros de España no era prácticamente nadie. Nuestro razonable conocimiento de aquella etapa nos permite recordar a los que tuvieron más protagonismo o a aquellos con cuyo mandato coincidió algún hecho de relevancia histórica. El mejor conocedor de la historia de aquel siglo no recordará, me atrevo a apostar, más del quince por ciento de los que fueron presidentes. Imposible imagino recordar a todos.

Dichosos nuestros nietos que, cuando ya mayores les pidan recordar a los presidentes de la ultima parte del XX y primera del XXI –un periodo de 40 años– contesten, ayudándose de los dedos de una mano: Suarez, González, Aznar, Zapatero, Rajoy,…

–         Se olvida usted de uno.

–         ¿Qué olvido uno? No, no creo…Ah, sí, Calvo Sotelo. Pero bueno, su mandató fue muy efímero, no llegó ni a dos años.

Pues bien, les diré que en los 106 años que transcurren entre el inicio de la Regencia de Cristina de Borbón-Dos Sicilias, en 1833, y el final de la guerra civil, en 1939, España tuvo la friolera de 135 Presidentes de Gobierno. Una media de 1,23 años de mandato en un periodo tan dilatado de tiempo es algo fascinante. O inquietante. Desde luego, muy representativo de la convulsión política que dominó  aquellos tiempos.

Después de esta breve curiosidad histórica, les presentaré a los contendientes del duelo de hoy:

JUAN ÁLVAREZ MENDIZABAL

JUAN ÁLVAREZ MENDIZABAL

El ofendido, y a su vez retador en el duelo, fue Don Juan de Dios Álvarez Mendizábal. El impulsor de una de las desamortizaciones (reprivatizaciones) de las tierras comunales y las de propiedad de la iglesia.

Nació  D. Juan de Dios gaditano y fue liberal. Ocupó las carteras ministeriales de Estado y Hacienda y fue Presidente del Gobierno entre el 25 de septiembre de 1835 y el 15 de mayo de 1836.

El ofensor, el que aceptó el reto a pesar de los esfuerzos de su padrino por desactivarlo, fue Don Francisco Javier de Istúriz Montero.

Nació gaditano, como su oponente, y fue, como él, liberal. Ocupó las carteras de Gobernación y Estado (esta en tres ocasiones) y fue también Presidente del Gobierno en tres ocasiones, en los periodos 15 mayo a 16 agosto de 1836, 5 abril 1846 a 28 de enero 1847 y 14 enero a 30 de junio de 1858.

En su primer mandato sucedió, precisamente, a Mendizábal. En el último, le sucedió Leopoldo O’Donnell.

Su amistad inicial con Mendizábal (ambos participaron en la conspiración liberal) derivó, por desavenencias relacionadas sobre todo con la desamortización, en manifiesta enemistad.

Tanta, que hubieron de batirse en duelo.

FRANCISCO JAVIER ISTÚRIZ

FRANCISCO JAVIER ISTÚRIZ

Así lo relataba el jefe del Ejército, D. Miguel Imaz en una carta (de 16-4-1836) dirigida al General Córdova que, como hemos visto, siempre estaba presente en asuntos de duelos, y que está recogida en el libro Lances entre Caballeros:

“No puede usted imaginarse al extremo en que las pasiones están irritadas; y para darle un tipo voy a referirle a usted circunstancialmente un lance de esta mañana, resultado de haber dicho Istúriz a Mendizábal “que no representaba con dignidad su destino, etc.”, según verá usted en los papeles.”

Observen que la carta es de abril del 36 y que el lance referido es de “esta mañana”. Realmente tuvo lugar en la madrugada del 13 de abril de 1836 ¡Cuando Mendizábal ostentaba el cargo de Presidente del Gobierno de España! Un presidente participando en un duelo a pistola con su adversario político.

Enterado Mendizábal del comentario de Istúriz, de su “terrible ofensa”, escribe “cuatro renglones” a Seoane, que actuaría como su testigo, para que le hiciera saber al adversario que “estaba resuelto a que muriese Istúriz o lo matase a él, o le diese una satisfacción tan pública como había sido el insulto.”

Así lo hizo Seoane. Mientras éste se ocupaba del mandado, Mendizábal “se encerró con un escribiente y se ocupó durante una porción de horas en arreglar todos los papeles, disposiciones, etcétera.”

Istúriz nombró al Conde de las Navas como su representante que, al habla con Seoane y, yo creo que más por responsabilidad que por cobardía, trató de “componer” el lance. Éste dijo que “o satisfacción o duelo”; Navas contestó que duelo.

De modo y manera que cuando Seoane vuelve a casa, pues había tenido que ir al Pardo, se encontró con una carta de Las Navas en que le decía que “podrían estar a las seis de la mañana de hoy pasado el puente de Segovia”.

Eran expeditivos estos políticos, sin duda.

Las Navas trató aún de evitar, con mañas, el lance. Vean:

“Concurrieron a la hora citada, primero Istúriz y más tarde Mendizábal. Dijo Las Navas que estaba apurado porque no encontraba la llave de la caja en la que estaban las pistolas; contestó Seoane: “yo traigo pistolas”. Pero rebuscando encontró Las Navas la llave.

Las Navas quiso treinta pasos; Seoane, veinte. Las pistolas eran de Borrego, magníficas, hechas ad hoc para estos lances.

Tiró Mendizábal; después Istúriz; no se dieron. Tomó Seoane la pistola de Mendizábal y empezó a cargar de nuevo; Las Navas se lamento de que el lance siguiera…”

Seoane, muy firme, repitió que satisfacción o duelo. Finalmente, Istúriz, una vez que ambos habían probado pundonor y corazón para el peligro, pronunció medidas palabras de disculpa que el otro aceptó.

El acta del duelo reflejó lo que ellos quisieron que reflejara. Ni demasiada disculpa, ni demasiada amistad, ni demasiada animadversión; sin faltar algo ni sobrar nada; el lance, serio pero sin sangre.

Si hubiera habido muerte, de uno o de otro, incluso si hubiera habido sangre, Istúriz no habría sido jamás Presidente del Gobierno de España. Aunque, con tantos como hubo, nada de nuestra historia habría sido alterada.

No sé ustedes, pero yo no concibo que España hubiera estado en manos de esos locos.

Aunque, de igual modo, estoy convencido de que aquellos locos no hubieran concebido una España, como la de hoy, gobernada por esta panda de inútiles efectivos y corruptos presuntos.

 barry_lyndon_duel_scene_escena_duelo_kubrick

Nada pasó en el duelo, pero siempre es mejor dejar las pistolas en casa y no tentar al destino. Así le decía su madre a Billie Joe, un joven vaquero que quería presumir de hombre.

‘Don’t take your guns to town, son
Leave your guns at home, Bill
Don’t take your guns to town.’

No lleves las pistolas a la ciudad Billie, déjalas en casa.

Billie, como Mendizábal, como Istúriz, como otros tantos, era presumido y valiente. Pero no tuvo la suerte de ellos.

Hoy les dejo a Johhny Cash, al gran Johnny, al que hace tiempo tengo olvidado.

DON’T TAKE YOUR GUNS TO TOWN.

 

 

A young cowboy named Billy Joe
Grew restless on the farm
A boy filled with wanderlust
Who really meant no harm
He changed his clothes and shined his boots
And combed his dark hair down
And his mother cried as he walked out;

Refrain:
‘Don’t take your guns to town, son
Leave your guns at home, Bill
Don’t take your guns to town.’

He sang a song as on he rode,
His guns hung at his hips
He rode into a cattle town,
A smile upon his lips
He stopped and walked into a bar and laid his money down
But his mother’s words echoed again;

Refrain:
‘Don’t take your guns to town, son
Leave your guns at home, Bill
Don’t take your guns to town.’

He drank his first strong liquor then to calm his shaking hand
And tried to tell himself at last he had become a man
A dusty cowpoke at his side began to laugh him down
And he heard again his mother’s words;

Refrain:
‘Don’t take your guns to town, son
Leave your guns at home, Bill
Don’t take your guns to town.’

Bill was raged and Billy Joe reached for his gun to draw
But the stranger drew his gun and fired before he even saw
As Billy Joe fell to the floor the crowd all gathered ‘round
And wondered at his final words;

Refrain:
‘Don’t take your guns to town, son
Leave your guns at home, Bill
Don’t take your guns to town.’