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EL VIEJO Y EL MAR (José Luis Ugarte) (2)

2ª Parte. El hombre.

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Como comenté al inicio de la entrada anterior, tuve la suerte de conocer a José Luis Ugarte. Me hubiera gustado que fuera en el mar, habría disfrutado y aprendido con él. No fue así, sino en un entorno que él odiaba: los grandes despachos de Madrid.

Cuando decidió iniciar sus aventuras en solitario propuso a Castrol,  la multinacional cuyos productos representaba en exclusiva en el país vasco, venderles el negocio. Ganaría algo de dinero y, lo más importante, obtendría total independencia y libertad para los planes que ya tenía trazados.

Castrol era cliente mío y me pidió estar presente en las negociaciones. Fue un asunto fácil, sin controversias ni disputas por cláusulas o dineros. No había abogado contrario porque estaban de acuerdo en lo principal. Uno quería vender y el otro no quería que la empresa pasara a otras manos que no fueran las de Ugarte. El precio, lo de menos. Castrol había invertido en patrocinios con Ugarte (el barco Castrol Solo, entre otros) y –tras las multinacionales hay personas que, a veces, muestran su corazón romántico– le tenía cariño y admiración.

La operación rodó sola. Recuerdo, en los “breaks”, los ojos de agradecimiento de Edith, su mujer, y de él mismo cuando le hacía olvidar los asuntos de cifras y cláusulas y le pedía que me contara cosas de mar y de vientos.

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Y recuerdo, más vivamente aún, el cuello de su blanca camisa –que no podía abarcar el suyo-, la corbata oscura y con el nudo enorme descolocado a un lado bajo el botón desabrochado y el traje negro de sepulturero que, seguro, no había salido del armario en muchos años.

Y sobre todo no olvido sus dedos, gruesos como amarras de dos pulgadas, y sus manazas enormes, curtidas de tanto izar velas y trimar escotas. Los brazos no se los vi, puesto que no se quitó la chaqueta en los dos días que estuvimos pero, en la tensión de las mangas de su chaqueta, se adivinaban los cientos de horas de manivela de winche que habían forjado sus bíceps.

Como pez fuera del agua, como marino en tierra, estaba Ugarte dentro de aquel despacho, dentro de aquel traje. Pero sus ojillos entornados, chicos y azules de mar, chispeaban más aún que su sonrisa. Porque sabía que estaba entre amigos y sabía que esas horas, esos lugares  y esos sudores eran escaso precio por su libertad.

Su segunda pasión, después del mar y quizá antes de la familia, era su perro. Al menos, a mí me hablaba de estas dos pasiones. De la familia, nada. Una noche, ya madrugada, escuche en una emisora que nunca ponía a esa hora porque hablaba de futbol, una entrevista que le hizo el famoso comentarista deportivo J. Mª García. La había anunciado y por eso la puse. García estaba en su estudio; Ugarte navegaba por los Cincuenta Aullantes* en el océano austral.

(*Los cincuenta aullantes corresponden a las latitudes situadas entre los paralelos 50 y 60, en pleno océano Austral. Cerca del Antártico, los 50 son una zona sometida a una mar gruesa, de vientos muy violentos y en que los termómetros marcan entre 5 y menos 10 grados centígrados)

García le conectó en directo con su mujer Edith, a la que no veía hacía meses.

–         Jose Luis, hijo mío, ¿cómo estás? Hace días que no sé de ti y estoy preocupada. Me dicen que hay vientos terribles por donde navegas.

–         Bien cariño, aquí todo tranquilo. Dime una cosa ¿qué tal está el perro? ¿lo sacáis todos los días? ¿se acuerda de mí?…

–         Sí, sí; pero cuéntame de ti. Debes de encontrarte muy solo…

Poco le importaba la soledad.

«¿La soledad? Eso no es lo peor, ni con mucho. Soy una persona sociable. Así que si tienes que hablar, lo haces con el barco, que te responde con sus crujidos, o con las olas. Nunca estás solo; está la Naturaleza a tu alrededor».

MARINO Y PERRO POR LAS PLAYAS DE SOPELANA

MARINO Y PERRO POR LAS PLAYAS DE SOPELANA

Era un tipo duro y valiente. Nunca –decía– se retiró de una regata. Ya podía ir el último, con calmas chichas o con temporales. En una ocasión –él no regateaba– abroncó a los participantes que se habían retirado de la regata, que eran casi todos. Había vientos de 50 nudos en ceñida y olas de siete metros.

 Así lo relata uno de los regatistas,

 “Si, conocí bien a Jose Luis a raíz de aquella primera regata que organizó el año 95, la «1ª Regata Orión Iru a dos», la primera de altura que se realizaba en el Abra para tripulaciones reducidas. Estábamos en la línea de salida un total de 12 barcos, el mío el más pequeño de la flota, el PRAIA un Gib-sea 28’.

En la salida sabíamos que nos íbamos a enfrentar a un fuerza 10 en medio del Golfo de Vizcaya. Aún así nadie se echó atrás.

 Por radio oíamos como uno a uno los participantes se iban retirando; nosotros aguantamos toda la noche y ya, al día siguiente, cuando entró el nortazo de 54 nudos a cien millas de la salida, dijimos basta. Frente a aquello no podíamos ceñir y nos retiramos, creo que fuimos de los últimos en hacerlo.

El regreso fue dantesco con vuelco incluido y tripulante al agua, si bien el arnés le salvó la vida.

Una semana después se hizo la entrega de premios, a la que no pude acudir por motivos de trabajo. José Luís en su charla presentación, de muy malos modos, nos llamó a todos los participantes que nos habíamos retirado, en total 9, poco menos que cobardes y miedosos, por no ser capaces de navegar un temporalillo de nada.

Cuando me contaron lo sucedido y que nadie le hubiera replicado, me agarré un cabreo monumental. Pero tuve la fortuna de que unos días después le veo por la planchada del Marítimo y allí me fui. Más o menos tuve esta conversación, que recuerdo bien, porque la he referido varias veces:

K_ Oye José Luis, me han contado el broncazo que nos metiste en la entrega de premios, por habernos retirado

JL_ Hombre, yo estaba en un catamarán de 60′ en la boya de virada y allí no había más de 35 nudos.

K_ Sabrás que cuando entró el frente, yo estaba con el PRAIA a 100 millas de distancia y sé diferenciar una ola de 3 a 4 metros, como dijiste, de otras de 7 u 8 y además sé leer en el anemómetro 54 nudos. Y no pude ver más después de volcar y desaparecer el anemómetro de la perilla del mástil.

JL_ Ya sé que más al sur pegó más fuerte.

K_ Pues en vez de abroncarnos, eso hay que decirlo y bien sabes que mi barco es un 28′, mi tripulante le debe su vida al arnés y tienes que tener en cuenta, que tu eres un profesional y nosotros unos aprendices con más o menos experiencia, que se divierten con sus barquitos. Y que sepas que si salimos a la regata, sabiendo lo que venía, fue por ti y por lo mucho que te admiramos.

No recuerdo su última respuesta, pero dio media y se fue dejándome allí plantado.”

SOLITARIO, MUCHOS ADMIRADORES PERO POCOS AMIGOS...

SOLITARIO, MUCHOS ADMIRADORES PERO POCOS AMIGOS…

Así era él: hombre solitario y de pocos amigos. De muchos admiradores, pero de pocos amigos. Quizá el colofón con que el navegante que acaba de hablar cierra su discurso defina lo que la gente sentía hacia el viejo Ugarte:

 “Cuando la desgraciada enfermedad se lo llevó por delante, se hizo un funeral náutico para echar sus cenizas en el Abra. A pesar de que le dieron bastante publicidad los medios de comunicación, al funeral solo acudimos, aunque el tiempo era desapacible como le gustaba a él, poco más de una docena de embarcaciones.

Me quedé sorprendidísimo del escaso acompañamiento que tuvo en su última navegada el más grande navegante contemporáneo que ha dado el País Vasco. Más de uno nos preguntamos ¿porqué?

Era hombre de mucho carácter y pocos amigos.

Dejó muchos recuerdos. Entre ellos, dos grandes: Un libro y una escuela.

El libro, El Último Desafío, en el que relata la tremenda travesía Vendée Globe.

La escuela, el Centro de Vela de Getxo Jose Luis Ugarte, en el que niños, jóvenes y adultos aprenden los secretos de la vela y a amar el mar como lo hizo este marino valiente.

En 1996 el rey Juan Carlos I le impone la Medalla al Mérito. Supongo que en esa ocasión también se puso la corbata.

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La va bien a este viejo marino una preciosa canción del folclore irlandés, que cantan Jim Payne y Fergus O’Byrne:

Wave over Wave, Ola tras Ola.

 

Donde haya ola tras ola, el mar sobre la proa

Estoy tan feliz como el mar permita

No hay vida para un marino como yo

Que no sea navegar la mar salada, chicos, navegar el mar.

 

Me name’s Able Rogers, a shareman am I
On a three-masted schooner from Twillingate Isle
I’ve been the world over, north, south, east, and west
But the middle of nowhere’s where I like it best

Where it’s wave over wave, sea over bow
I’m as happy a man as the sea will allow
There’s no other life for a sailor like me
But to sail the salt sea, boys, sail the sea
There’s no other life but to sail the salt sea

The work it is hard and the hours are long
My spirit is willing, my back it is strong
And when the work’s over then whiskey we’ll pour
We’ll dance with the girls upon some foreign shore

I’d leave my wife lonely ten months of the year
She made me a home and raised my children dear
But she’d never come out to bid farewell to me
Or ken why a sailor must sail the salt sea

I’ve sailed the wide oceans four decades or more
And ofttimes I’ve wondered what I do it for
I don’t know the answer, it’s pleasure and pain
With life to live over, I’d do it again

 

  1. S. Guadiana
    6 abril, 2013 a las 12:19 AM

    Sigo suspirando…y sigo encantada.

    También me encaja perfectamente esta 2ª parte del relato.

    Siempre he pensado que para ser hombre/mujer de mar hay que ser de una pasta especial y entiendo esa tendencia a la soledad o al ensimismamiento aunque se esté acompañado(bueno, no hay que adentrarse en el mar para sentirse así).

    Una buena tripulación ante una mala situación está bien, ayuda y da posibilidades de resolver, pero en el peor de los casos, si no se resuelve, la tripulación no podrá salvarte, estáis el mar y tú, aunque haya varios «tús». El amor, el respeto y el riesgo ante el mar es algo tan personal y tan privado como cualquier otro amor, respeto y riesgo, es de tú a tú.

    Es como lo del huevo y la gallina, no sé que va antes, no sé si es necesario, ya de entrada, tener un carácter introvertido para sentirte bien a solas con el mar, o es que el estar a solas con, o ante, el mar hace que uno se vuelva introvertido. Me inclino por lo primero, pero no veo imposible lo segundo y también por todo ello entiendo el carácter de Ugarte, sencillo, duro, valiente, con muchos admiradores y pocos amigos.

    En fin, que también me ha encantado esta segunda parte.

    Besos para todos los soñadores del mar, «chicos, navegar el mar» (también me encanta la canción que has elegido, muy irlandesa, muy marinera…)

    Esta Guadiana se retira (por hoy), aunque el tocayo, el de verdad, anda haciendo alguna trastada que otra estos días y va un poco crecido en exceso.

    Un beso

    • 7 abril, 2013 a las 2:08 PM

      Caramba Guadiana, me encanta que estas dos entradas te hayan inspirado tanto sentimiento.
      Ugarte debió de ser un tipo muy especial. Cualquier hombre o mujer que arriesgue su vida por una pasión lo es.
      Su vida fue dura pero intensamente vivida. Y muy triste fue su despedida.
      Yo no creo que la introversión, previa o sobrevenida, sea condición unida a la de marino arriesgado. Como tampoco creo que lo sea la del alpinista de ochomiles o la de los grandes descubridores solitarios. Pero sí es cierto que para hacer esas cosas, uno ha de amar la soledad y despreciar el peligro. Si, además tienen éxito, consiguen un lugar digno en la historia. Privilegio de pocos: de los grandes hombres.
      Yo, como la mayoría, me sirvo del mar como entretenimiento y como inspiración. Comodidad y cobardía…comparada con la actitud de los grandes hombres.
      Pero lo disfruto mucho.
      Muchos besos Guadiana.

      • S. Guadiana
        7 abril, 2013 a las 10:23 PM

        Creo que, una vez más, tienes razón.

        Cambio la tendencia a la introversión por amar la soledad, lo de despreciar el peligro está claro.

        Yo también me quedo en el modo comodidad y cobardía en ese sentido. Disfrutemos del mar por muchos, muchos años y si pueden ser muchos mares, mejor.

        Muchos besos

  2. GREEN FLASH
    6 abril, 2013 a las 5:00 PM

    Muy interesante su entrada sobre este viejo lobo de mar.

    Yo también le admiro y tuve la suerte de conocerle, cené con el hace unos 15 años, un codillo con cerveza recuerdo, y como no podía ser menos un buen ron jamaicano de postre.

    Al igual que usted recuerdo sus gruesas manos, y dedos como un muestrario de po.., que dicen los marinos bregados en mil batallas.

    Hablamos , cómo no, de sus navegaciones en solitario, y me contó el incidente en el que una laja de hielo le segó un pasacascos y en segundos le entraron toneladas de agua a 2 grados, era de noche y rapidamente se hizo con una linterna, literalmente buceando dió con el pasacascos y le coloco un espiche. Durante lo que quedaba de travesía pasó mucha hambre y gracias a los peces voladores se alimentó de proteinas, ni por un instante pensó en el abandono, era un tipo duro donde los haya.

    Me contó sus aventuras y navegaciones por el Amazonas, cuando transportaba troncos por el río hasta un aserradero que tenía , creo recordar, en el Rio Madeira o un afluente de este.

    Hablamos también de su querido Orion-Iru, un magnífico barco moldeado en west system y construido en cataluña por el astillero de Nike Nyeres ( creo que así se llamaba), trabajaba al estilo de los carpinteros de rivera, un artista !.

    Me parece increible que un hombre con 65 años haya podido llevar a cabo una navegación en solitario por los tres cabos y sobrebasando las latitudes de los aullantes 50, para navegar menos distancia , hasta llegar a los , no sabría como describirlos , espeluznantes 60 Sur.

    Cuando yo llegue a esa edad, si es que llego, supongo que estaré jugando con mis nietos en el parque, si acaso me acercaré al paseo marítimo para ver como rompen esas olas que vienen de miles de kilometros de distancia, donde deambulan esos hombres y mujeres curtidos como Ugarte.

    Casualidad, hace unos días en una comida en Bilbaó, cerca del puente colgante, me tocó al lado el presidente de los armadores vascos, hablamos de Ugarte, amigo suyo, y me comentó que la asociación de Capitanes de la M.M. Vascos no le quisieron hacer un homenaje nombrandole Capitán honorífico, sin duda se lo merecía aunque no tuviera la titulación, seguro que tuvieron algún desencuentro.

    Yo también escuchaba esas conexiones radiofónicas y recuerdo que le comunicaron que había tenido un nieto y que le llamarían Kerguelen, en honor a las islas por las que estaba navegando en esos momentos, en el Índico Sur.

    Hoy cuando beba un vino y vea el sol poniendose por el tlantico me acordaré de aquel marino tan singular que alimentó mis sueños juveniles, un personaje de leyenda sin duda.

    Abrazos

    GREEN FLASH

    • 7 abril, 2013 a las 2:21 PM

      Emocionante su comentario, señor GF.
      Se nota que conoce ud bien el mar y las historias de los grandes navegantes.
      Su contacto con Ugarte, posterior al mío, debió de ser después de su Vendée Globe 92-93. Y esos percances debieron de transcurrir en esa regata.
      Poco digna la actitud de la asociación de MM. Celos, envidias, recuerdos de menossprecios (Ugarte era bastante soberbio), venganza…todos los ingredientes que alejan a los hombres de una mínima grandeza. No sé si esa asociación tiene algún otro capitán Honorífico, pero el retrato y el recuerdo de Ugarte habrían sido dignos ornamentos en sus locales de reunión.
      No sé por qué, pero no le veo a ud en sus 65 rodeado de nietos en un parque. Le veo en otros menesteres más gratificantes.
      Me gustó su comentario.
      Un abrazo
      PS.: Hay algo en su estilo que me recuerda a un antiguo amigo de este blog, al que algunos han dado por perdido, y que hace tiempo menudeaba este blog: el viejo Corsario .

  3. GREEN FLASH
    7 abril, 2013 a las 4:47 PM

    Gracias camarada

    Si ya leí alguna vez a su seguidor » corsario».

    Estos corsarios, piratas o corsopiratas nunca se sabe don andan cazando a sus presas !

    Uno de los piratas más sanguinarios, en el XIIX, era gallego, Benito Soto, su barco se llamaba » Burla Negra», un tipo de cuidado, como casi todos acabó balanceandose en el extremo de una cuerda por tierra gaditanas.

    abrazos

    GREEN FLASH

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