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A WALK WITH LOVE AND DEATH

Ultimamente me sucede que, a pesar de que la actualidad depara diariamente docenas de asuntos importantes sobre los que escribir, me cuesta encontrar la inspiración. No tanto sobre el qué, sino sobre el cómo. Es decir, qué enfoque dar que no sea tópico o repetitivo –aunque no aspiro a que resulte original– y que no esté en exceso sobado por el montón de periodistas o comentaristas que lo tratan. Ya me gustaría a mi ser original pero, a más de tener mucha menos información que estos periodistas, mi fuente son precisamente ellos. 

Pero como me gusta la música (y no solo “mi música”) y me gustó el cine en mis tiempos mozos, a veces el proceso de inspiración me viene de manera inversa a la lógica. En lugar de pensar en un tópico, tratar de desarrollarlo y finalmente conectarlo con alguna canción, en ocasiones me sucede al revés: me ronda una música determinada o, como hoy, una película, y trato de conectarla con algún asunto de actualidad buscando la conexión en donde pueda encontrarla, sea historia o ficción el vínculo. De esta forma, doy más importancia a lo accesorio o instrumental, sea música, cine, fábula o historia, que a esta perversa realidad cotidiana que nos agobia. Además, me resulta más entretenido y formativo.

Mis “años mozos” transcurrieron entre el 63 y el 75, más o menos, y en aquella época veía cine con bastante más frecuencia que ahora. Recuerdo con mucho cariño un film de 1969 que me emocionó y me dejó un buen recuerdo: Un Paseo por el Amor y la Muerte (A Walk with Love and Death), de John Huston, en la que su hija Angélica se estrenaba, en un espléndido trabajo, como actriz y protagonista. La película se basa en un libro del mismo título, de Hans Koning y narra el viaje del joven francés Heron, poeta y estudiante, a través de la Europa del siglo XIV devastada por la Guerra de los Cien Años, asolada por el hambre, el caos y la muerte. Su objetivo, llegar a Inglaterra, cruzando el mar. El viajero se encuentra en su camino con Claudia, la hija de uno de los señores feudales caídos en la lucha. Comienza entonces ese paseo de ambos por el amor y por la muerte en el que es aquel el que triunfa.

Para ayudar a mi recuerdo, transcribo un comentario sobre el film, de Juan Arnaiz:

«Los dos van recorriendo, en esta historia “de carretera” medieval, los caminos radicales y violentos de la época, con su magia teatral de carnaval, sus contradicciones, su imaginación, su lado burdo y sublime, su intensa pasión, su amor exaltado, sus sueños de ajedrez, su música lírica y mágica de los juglares y trovadores, su hambre y su crueldad, su entrega incondicional al instante, su maravillosa incredulidad en lo seguro, su maravillosa credulidad en dragones y milagros. Esa sabiduría inconsciente que recorre el corazón de la edad media revelando absurdos los afanes terrenales. Absurdo porque detrás hay algo que siempre se escapa. Todo ilusorio porque lo único que importa es ese mar inalcanzable. Ese otro lado del que poder reírse o al que poder atacar, o con el que soñar o al que maldecir. Como dice una cómica ambulante: “el mar siempre estará ahí, yo no”.
Su protagonista femenina es una Angelica Huston de 16 años que parece salida de un ensueño con aristas. Sublime y cruel, tierna y fuerte, con un halo legendario presente en general en toda la película, que empieza con un cadáver flotando en un río de aguas cristalinas y acaba con la amenaza inminente de otra muerte esperada, a la que no se teme porque se ha elegido la vida y en ese caso el miedo desaparece».

¿No os entran ganas de verla?

BATALLA DE CRECY

La guerra de los cien años entre Francia e Inglaterra, enemigos irreconciliables desde siglos atrás, se inicia en 1337 y tiene como causa inmediata la pretensión del Rey de Inglaterra, Eduardo III, de ser coronado como Rey de Francia. Esta pretensión no fue del agrado de quien entonces ocupaba el trono, Felipe VI que, con su invasión y anexión de la región de Gascuña, feudo de Inglaterra, inició las hostilidades que se prolongaron durante 116 años. La guerra pronto se extiende a España gracias a la ayuda de ingleses por un lado y franceses por otro, a los hermanos Pedro el Cruel y Enrique, el primero de Trastamara. Y a no mucho tardar la guerra se contagia a Gales y Escocia y poco después no son solo países contra países sino que el conflico deriva en guerras civiles tanto en Castilla como en Francia.
Ciento diez y seis años después de su inicio, con la expulsión de Inglaterra de sus territorios franceses, excepto Calais, la guerra finaliza sin que siquiera se firmase un tratado de paz. La derrotada Inglaterra sufrió entonces en sus propias carnes, en su propio territorio, una lucha intestina: la Guerra de las dos Rosas.

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Pues este es el proceso de inspiración. De Un Paseo por el Amor y la Muerte y de su entorno bélico y caótico de la Guerra de los Cien Años, se me ocurre pensar en el caos de guerra económica y social de esta vieja Europa. Francia expulsa de su territorio a los romaníes; en España no se llega a tanto, pero la xenofobia es utilizada como arma política; las extremas derechas empiezan a asomar sus fauces temibles en desordenados parlamentos; el Islam se introduce, poco a poco, por los resquicios y puertas entreabiertas que el sistema de libertades deja francas; los dueños -muchos de ellos, al menos-  del poder político se van adueñando, también poco a poco, de los dineros que no son suyos y que son de todos. Los sistemas educativos, ideologizados en función de quién los impulse, provocan el cambio de valores que siempre se habían considerado nobles por otros nuevos que fomentan los intereses individuales frente a los colectivos, el egoísmo frente a la generosidad, el partidismo frente a la objetividad, la pasividad frente al esfuerzo. Los gobiernos se corrompen y los estados se tambalean. La envidia, la avaricia, el miedo, el odio, se van haciendo cada vez más presentes en la vida cotidiana. No es, aún, así Europa. Pero ¿dudamos de que lo será si continúa esta dinámica? 

Pero no es eso todo. Ese extraño e inquietante Señor de la Guerra que es el Mercado, está asolando Europa aprovechando el caos que sus propios señores feudales  han sembrado. Conquistada Grecia, derrotada Irlanda y a punto de serlo Portugal, los ejércitos de Morgoth, el Señor Oscuro del Simarillion (Tolkien), bajo en apariencia inofensivas formas de especuladores, bajistas, agencias calificadoras, hedge funds y demás extrañas mutaciones de malvados Guerreros del Mal, están a las puertas de nuestra querida tierra.

EJERCITO DE MORGOTH

En una situación normal, poco o nada podrían hacer los atacantes, pues los baluartes están bien asentados y la fortaleza parece protegida. Pero no estamos en una situación normal. Sucede que Pedro I y Enrique II no desaparecieron en el siglo XIV. Continúan, con sus luchas internas y al mando de unos cuantos millones de ciegos engañados, debilitando a su país con una inconsciencia que la historia les hará pagar muy cara. Pero antes de que afronten el juicio de la historia, habrán arruinado a millones de seres buenos, infelices y sin culpa. Pedro y Enrique no son hoy los mismos; son mutaciones que conocemos como Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.

Yo, hoy, me quedo con la metáfora. La realidad me da miedo y nada puedo hacer escribir que pueda mínimamente cambiarla. La realidad la podéis leer en cualquier periódico, escuchar en cualquier radio, ver en cualquier televisión o, simplemente, salir a la calle y observar la tristeza en los rostros de la gente que pasea entre el Amor y la Muerte. Están tristes porque saben que hoy es difícil, muy difícil, encontrar una Juana de Arco que nos movilice y nos ayude a derrotar a los viles. Y aunque apareciera, sería traicionada por sus propios compatriotas, por nuestros propios líderes, entregada a las huestes de Morgoth y quemada en la hoguera, como sucedió a la Doncella de Orleans cuya proeza permitió, al menos, unos años de ilusión y de esplendor en aquella larga guerra.

Porque si no, y volviendo a la metáfora, nuestra única esperanza es escapar de esta dinámica perversa y llegar al mar. Como en el diálogo entre Heron y Claudia, los amantes del film que inspira esta entrada:

Heron: Continuaremos nuestro camino y llegaremos al mar, ¿lo crees?
Claudia: Se que llegaremos al mar. Si no, moriremos.

TÚRIN Y NIENOR

Yo también se que llegaremos al mar. No se cuándo ni en qué estado, pero llegaremos. El único problema es que no conocemos el camino; ¿quién nos guiará?

Porque ellos, Heron y Claudia tuvieron un guía: su amor. Hoy es difícil encontrarlo, pero quizá pueda surgir algún otro intenso sentimiento colectivo que derrote a Morgoth, como le derrotó, en los tiempos oscuros, la espada Gurthang que con valentía empuñaba Túrin ayudado también por el amor de Nienor.

 

Aunque tenga poco que ver con la guerra, con la economía o con la inoperancia de los líderes, recuerdo una preciosa canción en la que el amor y la muerte están fundidos. Escrita por Jeff Barry y Ben Raleigh en 1960, narra la tristísima historia de un adolescente, Tommy, perdidamente enamorado de Laura, que decide competir en una carrera de coches para, con el premio que esperaba ganar, comprarle el anillo de alianza. Pero el coche de Tommy se estrella y él muere; aún tiene tiempo de decir estas palabras para Laura:

Decidle a Laura que la quiero
Decidle que la necesito
Decidle que no llore
Que mi amor por ella, nunca morirá.

Se trata de TELL LAURA I LOVE HER. Os la dejo en la versión de Dickie Lee.


Laura and Tommy were lovers.
He wanted to give her everything.
Flowers, presents and most of all,
A wedding ring.

He saw a sign for a stockcar race,
«A thousand dollar prize,» it read.
He couldn’t get Laura on the phone,
So, to her mother Tommy said,

«Tell Laura I love her.»
«Tell Laura I need her.
Tell Laura I may be late,
I’ve something to do that cannot wait.»

He drove his car to the racing ground,
He was the youngest driver there.
And the crowd roared as they started the race,
‘Round the track they drove at a deadly pace.

No one knows what happened that day,
How his car overturned in flames,
But as they pulled him from the twisted wreck,
With his dying breath they heard him say,

«Tell Laura I love her.»
«Tell Laura I need her.
Tell Laura not to cry,
My love for her will never die.»

And in the chapel where Laura prayed,
For her Tommy who passed away.
It was just for Laura, he lived and died.
Alone in the chapel she can hear him cry,

«Tell Laura I love her.»
«Tell Laura I need her.
Tell Laura not to cry,
My love for her will never die.»

Tell Laura I love her.
Tell Laura I love her.
Tell Laura I love her.

  1. Lolita
    27 noviembre, 2010 a las 1:27 AM

    Bonito comienzo.Me quedo con la frase: «su entrega incondicional al instante, su maravillosa incredulidad en lo seguro…».

    La actitud de Zapatero ante Europa e incluso frente a España me recuerda a una frase de una canción de Sabina: «Ella quiso barcos, y él no supo que pescar…y al final, números rojos…».Como también me recuerda la actitud de Rajoy a la siguiente estrofa:»Mucho, mucho ruido, ruido de ventanas,nidos de manzanas que se acaban por pudrir.».Hoy me ha parecido vergonzosa la actuación de ambos, están perdiendo los papeles y atemorizando a los ciudadanos más aún de lo que están con sus circunstancias personales.

    ¿Cuál será el fin y cuando llegará dicho fin (de esta agonía) para los que no llegan a fin de mes y no hacen ruido?

    Bonito final también para tu entrada, aunque realmente triste.Me gusta la música.

    Un abrazo.

    • 28 noviembre, 2010 a las 12:31 PM

      No te pierdas la película si tienes ocasión de verla, Lolita.
      Es cierto, Sabina da mucho juego, trataré de contar más con él.
      Supongo que la canción de Laura ya la conocías. Fue muy impactante en mi época «más» joven. La verdad es que con la música tuvimos suerte. Los años 60 al 80 fueron extraordinariamente creativos. Y creo que los de tu generación están, cada vez más, volviendo a ellos.
      No sabes las ganas que tengo de salir del bucle ZP-Rajoy y tratar de encontrar asuntos más interesantes sobre los que hablar….pero es complicado.
      Besos

      • Lolita
        29 noviembre, 2010 a las 1:09 AM

        Veré esa peli.

        Lo haces muy bien. Si no te supone una carga escribir, no lo dejes (que desde hace un par de entradas, muy buenas por cierto,te noto algo apagado de ánimo).Yo te leo encantada y fielmente, y a la vista está que a muchísimas personas les pasa lo mismo que a mi.La inspiración es caprichosa, unos días viene con impaciencia y se agolpan miles de ideas que no dejan a uno descansar hasta que las escribe, y otros días no aparece y sentimos que lo que escribimos está falto de fuerza, de modo que borramos y borramos palabras (pero solo es una percepción nuestra).

        ¡Si señor!¡Eres una de las personas más actuales que «conozco»!

        En la siguiente entrada no podré participar, que me perdonen todos los apasionados, pero no he podido nunca con esa historia (ni con esos extraños seres).A los cinco minutos, la he tenido que dejar.Aún así, lo intentaré de nuevo, tal vez esté yo equivocada y no el resto del mundo (logicamente).

        Respecto a esa reunión, huele a bálsamo tranquilizador.Espero que sirva para algo…Allí estaba «el jefe de España» con sus característicos tirantes rojos, fiel a su marca.

        ¡Besos!

      • 29 noviembre, 2010 a las 3:26 PM

        Muuuuuchas gracias Lolita.
        ¿Apagado yo? No me conoces.
        Lo que pasa es que llevo demasiado tiempo por estos madriles y el tiempo borrascoso en la ciudad es mas borrascoso. Y esta ultima semana ha sido muy borrascoso en todos los sentidos.
        Ni lo intentes; lo de Tolkien me refiero. Aunque yo lo leí por mis treinta o así, es bastante tocho, aunque muy imaginativo.
        Besos

  2. Peraltés
    28 noviembre, 2010 a las 11:13 AM

    Hola Jaime. Se me ocurre, en un dia tan gris, que para completar la musica de tu comentario, también podría servir esta preciosa canción de Madredeus que va muy en consonancia con el asunto. Se titula «Os Senhores da guerra»

    La fora esto os senhores da guerra
    E cantam j hinos de vitria
    Qual a historia desta terra?
    o medo, ali mesmo
    C dentro esto os homens espera
    Unidos no destino da terra
    J no h memria de paz na terra
    o medo, ali mesmo
    terra, Mais um dia a nascer
    Ai, menos um dia a morrer
    to pouca a gloria duma guerra
    E os homens que as fazem sem vitorias
    J no h memria, de paz na terra
    o medo, ali mesmo

    La traducción al español:

    Ellos cantan himnos de victoria j
    ¿Cuál es la historia de esta tierra?
    miedo, ahí mismo
    C son los hombres que esperaban en el interior
    Unidos en el destino de la tierra
    J h en la memoria de la paz en la tierra
    miedo, ahí mismo
    la tierra, Un día más que nace
    Por desgracia, un día para morir
    poco a la gloria de la guerra
    Y los hombres que están sin victorias
    J h en la memoria, la paz en la tierra
    miedo, ahí mismo

    Si quieres ver el vídeo y oir a Teresa Salgueiro con su preciosa voz:

    • 28 noviembre, 2010 a las 12:34 PM

      Hola Peraltés; me alegra leerte de nuevo.
      Bonita la canción de Madredeus, triste como casi toda la música portuguesa.
      Gracias y un abrazo.

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