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ALIANZA, YIHAD, GUERRA SANTA….(1)

Nota: como es una entrada un poco larga, la publicaré en dos partes.

La Alianza de Civilizaciones es un programa de las Naciones Unidas, adoptado a propuesta de Zapatero, que trata de promover la relación política, cultural y educativa, a través del diálogo, entre el mundo occidental y el de los países árabes y musulmanes (más detalles en la entrada LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES, de 11 de mayo). Aunque el Alto Representante es Jorge Sampaio, los líderes que más «esfuerzo» (o quizá tan solo ilusión) aportan son:

–         Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno de España, un país aconfesional (es decir, que no tiene, como estado, una confesión religiosa determinada) aunque no laico (es decir, que se manifiesta independiente de cualquier influencia religiosa e ignora la(s) que puedan practicar los ciudadanos), por mucho que exista un borrador de ley de laicidad del estado.

–         Recep Tayyip Erdogan, primer ministro de Turquía, un país que, aunque muchos crean islámico, porque la mayor parte de la población es musulmana, conforma un estado democrático, laico, social y de derecho, según establece su constitución. El ejército vigila para que no se convierta oficialmente en un país islámico.

El equilibrio parece adecuado y resulta curioso: un país que parece cristiano, pero que constitucionalmente no lo es y un país que parece islámico pero que constitucionalmente no lo es, tratando de promover el diálogo entre las civilizaciones a que pertenecen y entre las religiones que, como estados, no profesan.

 

La YIHAD, aunque muchos la entienden como la Guerra Santa del Islam, no es en realidad un concepto que signifique “guerra física”. “El real significado del termino es el de una «lucha espiritual» que ocurre al interior de cada musulmán seguidor del Islam”. El término suele aparecer en el Corán como “esfuerzo en el camino de Dios”, en el sentido de esfuerzo para hacer reinar los derechos de Dios, es decir, para defender el islamismo.

 

Por último, la GUERRA SANTA es una guerra, en el concepto usual de la palabra,  justificada por razones religiosas. Es la guerra querida por Dios y que conduce a la salvación eterna de quien muere en ella.

Así, según el Corán:

  “Que combatan en el camino de Alá los que truecan la vida inmediata por la vida última. A aquellos que, al combatir en los caminos de Alá  son muertos o son vencedores, nosotros les daremos una retribución inmensa” (Corán, 4, 74-76).

 Pero también:

 “Combate en el camino de Dios a quienes te combaten, pero no seas el agresor. Dios no ama a los agresores. Mátalos donde los encuentres, expúlsalos de donde te expulsaron. La persecución de los creyentes es peor que el homicidio: no los combatas junto a la mezquita sagrada hasta que te hayan combatido en ella. Si te combaten, mátalos: ésa es la recompensa de los infieles. Si dejan de atacarte, Dios será indulgente, misericordioso” (Corán, 2, 187-192).

 No quiero entrar en mayor detalle porque, además de no ser el objeto de esta entrada disertar sobre el Corán, temo cometer imprecisiones o errores en toda regla que puedan ofender a quienes no quiero ofender. Solo añadiré que del Corán parece desprenderse que la lucha ha de ser de defensa “Combate a quienes te combaten, pero no seas el agresor”, pero no de ataque si no hay agresión previa. Y el objetivo de la lucha no ha de ser imponer la religión por la fuerza.

Pero sucede que el concepto de “agresión recibida” que tiene el mundo islámico es, en verdad, muy amplio. Y el concepto de “respuesta a la agresión”, supera con creces los principios de la Ley del Talión, inspirada también por el antiguo testamento. Cierto es que tendemos a relacionar Islám con violencia e integrismo islámico con terrorismo islámico y se nos dice que es incorrecto. Y es muy posible que así sea. Pero si estamos equivocados ¿qué es, entonces, lo que desde hace años está pasando? Porque si que me interesa saber si lo que está pasando es Yihad, Guerra Santa o un extraño concepto de «Alianza» de civilizaciones contra civilizaciones.

Veamos.

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En 1988, un escritor británico de origen indio, Salman Rushdie, publica su libro Los versos Satánicos que el mundo musulmán considera irreverentes para Mahoma. La mayor parte de los países musulmanes prohibe su venta. Se producen manifestaciones y protestas colectivas en muchos países con víctimas mortales. Al año siguiente, 1989, el Ayatollah Jomeini, emite un edicto religioso (fatwa) acusándole de apostasía e instando la ejecución de Rushdie dondequiera que se encontrare. Incluso llega a ofrecer una cuantiosa recompensa por su muerte, cuyo importe fue duplicado en 1997 hasta los 7 millones de dólares. En los meses siguientes, se producen numerosas protestas contra el libro, incluidas quemas de librerías y protestas frente a embajadas británicas. En 1991, Hitoshi Igarashi, traductor de la obra al japonés, fue asesinado en Tokyo, y el traductor italiano golpeado y apuñalado en Milán. En 1993, el editor noruego de Rushdie, William Nygaard, tiroteado frente a su casa en Oslo, resultó gravemente herido. Casi cuarenta personas murieron en un hotel en Sivas, en Turquía, al ser quemadas por manifestantes que protestaban contra Aziz Nesin, traductor de Rushdie al turco. Felizmente, una gestión diplomática entre el Reino Unido e Irán permitió que la fatwa fuera revocada, aunque algunos fundamentalistas mantienen que sigue en vigor porque solo puede ser revocada por quien la emitió, Jomeini, muerto en 1989.

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En 2005, un periódico danés, el Julland-Posten, publica 12 caricaturas satíricas del Profeta  Mahoma en el contexto de un artículo sobre la autocensura y la libertad de expresión. Los países islámicos lo consideraron una provocación, con el apoyo, en este caso, de la Iglesia Católica. Aquí no hubo fatwa, pero los dibujantes y los editores viven en continuo sobresalto y han recibido ataques de exaltados. Durante todos estos años, sin embargo, han sido numerosas las ocasiones en que en países musulmanes se han producido ataques, agresiones y quemas de símbolos religiosos occidentales sin que nadie, individual o colectivamente, les haya dado más importancia que un lógico malestar.

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A primeros de este año se inició un debate en Estados Unidos sobre la construcción de una Mezquita en la zona cero de Manhattan, junto al solar donde hace poco más de nueve años se erguían orgullosas las Twin Towers poco antes de que se desplomaran, junto con la vida de miles de personas, como consecuencia de un atentado islamista (del terrorismo islámico, quiero especificar). Muchos ciudadanos están, con toda lógica y con todo su derecho, en contra de la construcción. Especifico también que su rechazo no es a la construcción de la Mezquita, sino a la construcción en ese concreto lugar.  Sin embargo, el promotor de la mezquita, el imán Faisal Abdul Rauf declara sin sonrojarse que «si no hacemos lo correcto es decir, permitir la construcción de la mezquita en ese lugar-, la ira puede explotar en el mundo musulmán» y justificar que los islamistas radicales procedan a reclutar seguidores que aumenten la violencia contra los estadounidenses ¿quizá pudiera llamarse chantaje a esto?

En relación con este asunto de la mezquita, se me ocurre indagar sobre la reciprocidad en la tolerancia de construir mezquitas en suelo occidental–cristiano o  iglesias en suelo musulmán. Diré de pasada, porque es mi tierra adoptiva y la “paseo” mucho, que el punto más meridional de Europa, La Punta Europa, en suelo gibraltareño, está coronado por una orgullosa mezquita.

Y resulta que mientras los países occidentales permiten sin trabas la construcción de mezquitas en su suelo y la práctica sin restricción del culto musulmán, la mayoría de los países musulmanes, no solo prohíben la construcción de iglesias, sino que persiguen con saña a quienes practican el culto cristiano en su tierra. La razón que invocan es que, siendo ellos los únicos que conocen cuál es la verdadera religión –esto, es, la islámica-, no tiene sentido permitir que en su país se enseñe un culto que es, sin lugar a dudas, erróneo, por mucho que miles de millones de personas piensen lo contrario. El argumeto que escucharéis en el video que os dejo, de boca de un imán, es aplastante: “si queréis contratar a un profesor de matemáticas para el colegio de vuestros hijos, jamás contrataríais a quien sostiene que dos más dos son tres o son cinco, sino al que, acertadamente, sabe que son cuatro. Pues en esto, igual; enseñar una religión diferente a la islámica es lo mismo que sostener que dos mas dos son tres o cinco”. Con toda seriedad y sin mover un músculo de su cara.

¿Están cambiando las cosas? Hace poco, un amigo de esos que son buenos amigos pero que te abruman con mails de todo tipo, me envía uno cuyo contenido es el siguiente: Prohiben construir Mezquitas en Noruega mientras exista prohibición en Arabia Saudita de constuir Iglesias. En cumplimiento de esa decisión, Noruega ha rechazado donaciones millonarias de Saudi Arabia para financiar la construcción de mezquitas. Y parece, no lo puedo asegurar, que Australia tomó similar iniciativa. No estaría mal que otros países se alinearan en esa decisión.

 

Mañana continúo. De momento, os dejo el video del imán que argumenta porqué no se pueden establecer iglesias en el Islam.

  1. 13 noviembre, 2010 a las 4:52 PM

    Querido Jaime:

    Eres un provocador.

    Estoy calentando motores.

    Espero no ser muy incorrecto en la contestación que estoy preparando.

    Jesus

  2. 13 noviembre, 2010 a las 9:03 PM

    He escrito mucho a cerca de la realidad del Islam y de su confrontación con Occidente a la que te refieres en el post al que comento.
    A quien le interesen mis diserciones que acudan a mi web cuyo acceso está en mi nombre.
    Soy absolutamente contrario a la “Alianza de civilizaciones”, pues entiendo que occidente no debería repetir, por su inclinación al dialogo y la alianza, episodios de su historia tan lamentables como el del “appeasement”, o política de apaciguamiento protagonizada, siempre desde posiciones bienintencionadas, por el Primer Ministro Británico Chamberlain en los años 30 del siglo pasado, que se concretó en los pactos de Munich de 1938.
    Esa política de “appeasement” consistente en fomentar el dialogo y la negociación con la Alemania Nazi de Hitler a base de cesiones (p.e.: la cesión de los Sudetes checos a Hitler), a fin de evitar un conflicto de mayores proporciones, desembocó en un fortalecimiento de Alemania y en la Segunda Gran Guerra, pues lo cierto es que mientras las naciones liberales y democráticas sí eran partidarias del dialogo y el acuerdo, los Nazis tan solo accedieron a ellos como método de fortalecimiento propio, con desprecio absoluto de sus interlocutores.
    Winston Churchill ya dijo que el “appeasement” era como “dar de comer a un cocodrilo con la sola esperanza de retrasar el momento en que vaya a comernos”.
    Pero es que creo que el análisis de lo que el Islam implica de intolerancia está en el propio Islam y no en sus comentaristas.

    En el año 1990 la 19ª Conferencia Islámica,formada por 45 países musulmanes, promulgo la “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, como respuesta a la declaración de Derechos Humanos de la ONU de 1948.

    En esta “Declaración de Derechos Humanos en el Islam”, se establecen principios que son esclarecedores en relación con la filosofía de fondo que subyace en el Islam y en su relación con el resto del mundo.

    Así, en primer lugar, su artículo 10º nos dice:

    “El Islam es la religión indiscutible”

    Y como corolario de ello el artículo 22 de la misma declaración añade:
    a) Todo ser humano tiene derecho a la libertad de expresión, siempre y cuando no contradiga los principios de la Sharía.
    b) Todo ser humano tiene derecho a prescribir el bien, y a imponer lo correcto y prohibir lo censurable, tal y como dispone la Sharía Islámica.
    c) La información es una necesidad vital de la sociedad. Se prohíbe hacer un uso tendencioso de ella o manipularla, o que ésta se oponga a los valores sagrados [del Islam] o a la dignidad de los Profetas. Tampoco podrá practicarse nada cuyo objeto sea la trasgresión de los valores, la disolución de las costumbres, la corrupción, el mal o la convulsión de la fe.

    Recordemos que la Sharía es la ley islámica, contenida en el Corán y en la tradición de los “hazid” —hechos o dichos del Profeta ratificados en su autenticidad por los Ulemas— y que en palabras de Jomeini:

    «El gobierno islámico está sometido a la ley del Islam, que no emana ni del pueblo ni de sus representantes, sino directamente de Dios y su voluntad divina. La ley coránica,
    que no es otra que la ley divina, constituye la entidad de todo gobierno islámico y reina enteramente sobre todas las personas que están bajo ella.»

    La consecuencia fundamental de esos preceptos es que la libertad de los individuos queda sometida a la Ley Coránica. Y puesto que “El Islam es la religión indiscutible”, cualquier defensa de otra fe, o de cualquier idea ajena a las enseñanzas de “El Profeta”, no puede quedar amparada por el derecho a la libertad de expresión.

    Si existe una diferencia esencial entre el Islam y el Cristianismo es que los creyentes cristianos entienden que los Evangelios son el relato de la vida de Jesús hecho por sus discípulos y que por tanto cabe una interpretación de los mismos, lo que ha dado lugar a las diversas corrientes cristianas contemporáneas, fruto de la reforma y la contrarreforma.

    Por el contrario el Corán es la palabra de Alá transcrita por el profeta al dictado del Arcángel Gabriel y por tanto no cabe interpretación alguna del mismo. Las distintas ramas del Islam son de origen político, los seguidores de unos u otros familiares del profeta o de sus discípulos y no por razones doctrinales sino por razones de poder terrenal.

    Por cierto, Salaman Rusdie, para quien no lo sepa está condenado a muerte por referirse en su libro a los llamados “versículos Satánicos del Corán”, que no son sino versículos que en principio aparecían en el Corán y que luego fueron retirados por el propio Profeta al considerar que aquellos le habían sido engañosamente dictados no por Gabriel sino por el Demonio, en los que se recogen tradiciones politeístas propias de las tribus nómadas de la península Arábiga.

    En cualquier caso, y como dice Gustavo Bueno:
    “No tiene sentido una alianza entre una civilización cristiana (cuyo consustancial proselitismo le obligará, por amor a los demás hombres, a extender su doctrina y sus sacramentos) y una civilización islámica (cuyo consustancial proselitismo le obligará a extender la valoración del dogma de la divinidad de Cristo como una blasfemia). Solo cuando ambas civilizaciones hubieran perdido la fe proselitista salvadora de sus dogmas y sacramentos, es decir, cuando hubieran dejado de ser cristiana o musulmana, la Alianza sería posible.”

    • 13 noviembre, 2010 a las 11:39 PM

      Gracias por avisarme Jesús, así me has pillado preparado. Sabía que te iba a motivar la entrada.
      En esta materia, como en muchas, eres experto y te leo con las compuertas del entendimiento abiertas. Tu comentario no me mueve al debate, estoy de acuerdo con lo que dices y me sirve para incrementar mi muy escasa cultura en este asunto, como en muchos otros.
      Animo a Príncipes, Barones, Camioneros de ruta, bellas agricultoras murcianas y otros seguidores menos parlanchines de este blog, a que se asomen a Reflexiones Heteróclitas.
      Muchas gracias y un abrazo

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